Los enemigos de la divulgación de información verídica son tan poderosos que determinan el flujo de los datos en todos los ámbitos de la vida humana
Daniel González
Hay quien ingenuamente piensa que la formación de la opinión pública local, nacional y mundial se opera libremente. Nada más alejado de la realidad. Incluso se puede afirmar que la verdad es una rara avis en la opinión pública.
Los enemigos de la divulgación de información verídica son tan poderosos que determinan el flujo de los datos en todos los ámbitos de la vida humana. Las excepciones se encuentran en las publicaciones científicas y en las agencias, públicas y privadas, de espionaje en todo el mundo. Pero es evidente que a ambas fuentes acceden muy pocas personas en el planeta. Esta situación obedece a que hay muchas entidades interesadas en la determinación y manipulación de la opinión pública; es decir, en lo que la gente piensa.
Piense usted en las organizaciones del Estado que pueden estar interesadas en participar de ello. ¿Qué poder público escapa a la tentación de cuidar su imagen a costa del derecho a la información verídica? En sociedades como la norteamericana, que es de las que afirma ser más libertaria, podemos citar como principales interesados a las fuerzas armadas, aliadas de la clase política y empresarial, que buscan hacer creer muchas “verdades” a partir de la mera repetición en todos los medios masivos de comunicación. Recuérdese la famosa intervención en Irak con el pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva. Entre muchos otros ejemplos que la historia posterior devela como manipulaciones descaradas de la opinión pública. También se puede referir el publicitado carácter democrático del sistema electoral estadounidense, que en fechas recientes ha quedado claro ser todo menos eso. El mismo Hollywood se ha encargado históricamente de sustentar ideas que ennoblecen los crímenes internacionales de los Estados Unidos, tales como su participación en las distintas guerras a nivel global, donde su comportamiento ha sido inhumano y basado exclusivamente en intereses geoeconómicos y políticos.
También piense usted en las grandes empresas que venden masivamente bienes o servicios. Ejemplos de productores que afectan a la salud humana a nivel global sin importarles otra cosa más que las utilidades económicas encontramos en áreas como la alimentación, la farmacéutica, el agua potable, la minería, la producción de derivados del petróleo, por mencionar solo algunas. Ahora piense usted en los partidos políticos y las organizaciones políticas que buscan la aprobación del público. ¿Le cabe a usted alguna duda sobre su falsedad sistemática en todo lo que afirman y prometen? Finalmente, remítase usted a las grandes empresas de informática e internet. Hoy sabemos que la obtención y manejo de la enorme cantidad de información que obtienen a través de sus aparatos y plataformas digitales es utilizada para múltiples fines ilegales y faltos de toda ética. Todos esos fines caben dentro de la manipulación de la opinión pública en general o sectorial.
Todas las entidades y personas referidas están entre las principales inversoras en el trabajo de moldear la mente de los individuos y manipular las instituciones y finalmente las culturas. Y en México estamos por entrar en una etapa que es notoria en esta materia, me refiero a las elecciones de representantes populares en los poderes legislativo y ejecutivo. Con la particularidad del entorno generado por la pandemia de COVID-19 este proceso se vivirá, casi exclusivamente, a través de los medios de comunicación tradicionales y de las llamadas redes sociales. Será un ejercicio en el que el objetivo será lograr que cada ciudadano piense que está tomando sus propias decisiones, cuando en realidad estará viendo el mundo como se le ha establecido por toda la información que se le hace llegar.
Lo mismo que sucederá con la elección de “sus” candidatos. Es decir, Goebbels traído al mundo de la ciberpolítica.