El Banco Mundial prevé que el crecimiento para esta zona será de 3.6% en 2021. Esto, impulsado por un mayor ingreso de remesas y una demanda de exportación más sólida
Israel Pantaleón/Periodista en temas económicos y económicos sobre Centroamérica.
Un día previo a la Navidad de 2020 llegó el primer lote de 9 mil 750 vacunas de Pfizer al Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, en Costa Rica. Esto representó el arribo del tan ansiado suero a tierras centroamericanas, en donde el COVID-19 ha dejado más de 19 mil 500 muertes, como revelan datos de la Secretaría General del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).
La llegada de las primeras dosis a Honduras esperadas para febrero, la compra de dos millones de vacunas por parte de El Salvador y de 7.4 millones de dosis por parte de Nicaragua dan esperanza a la economía del Istmo, que tuvo un decrecimiento de -6.9% en el pasado año, según la SICA.
El Banco Mundial prevé que el crecimiento para esta zona será de 3.6% en 2021. Esto, impulsado por un mayor ingreso de remesas y una demanda de exportación más sólida.
Por este motivo, las naciones del istmo centroamericano y el mundo deben priorizar en el control de la propagación de la COVID-19 y garantizar la distribución rápida y amplia de las vacunas. De esto dependerá la recuperación económica, de acuerdo con instituciones como el Banco Mundial y algunas consultoras.
A parte de una lenta o ineficaz vacunación, los riesgos para Centroamérica y el resto de las regiones están claros, como el aumento de la deuda debido a la presión en las finanzas públicas que generó el inicio de la pandemia, el resurgimiento de tensiones sociales y los desastres naturales.
A pesar de que hay países en la región como Costa Rica que tienen más de un lote de dosis o Guatemala que aún no ha definido qué sueros comprará para inmunizar a su población de este virus, que ha contagiado a más de 985 mil centroamericanos, existen iniciativas internacionales como COVAX que permitirán a las naciones acceder a las vacunas, independientemente de sus niveles de ingresos.
La obtención de las dosis para los casi 50 millones de centroamericanos es un reto para sus gobiernos. Sin embargo, este no es el único desafío que tienen esta parte de América Latina, que suma 20.3 millones de personas pobres y 7.3 millones de ciudadanos en pobreza extrema, quienes podrían preferir un plato de comida en sus mesas antes de la inyección de la vacuna contra el COVID-19.