No es de extrañar que en un espectáculo eminentemente cultural, como la Tauromaquia, requiera de una profunda comprensión para su disfrute pleno
Juan Carlos Sámano U.
Mucho hemos escuchado la trillada pregunta: ¿La Fiesta de los Toros es Cultura?, o ¿Qué hay de Cultura dentro de ese enigmático mundo que es la Tauromaquia?. Comenzaremos por recordar que se entiende por Cultura desde la perspectiva de la UNESCO: “Conjunto distintivo de una sociedad o grupo social en el plano espiritual, material, intelectual, y emocional comprendiendo el arte y la literatura, los estilos de vida, los modos de vida común, los sistemas de valores, las tradiciones y creencias”.
Por supuesto que la Tauromaquia entra perfectamente dentro de esta definición, y para reforzar este comentario haré referencia a una frase de Antonio Lorca en donde dice que los aficionados a los toros son personas poseedoras de una mayor inquietud cultural. Por lo tanto, no es de extrañar que en un espectáculo eminentemente cultural, como la Tauromaquia, requiera de una profunda comprensión para su disfrute pleno. Desde el momento en que un diestro se enfrenta a un toro y crea formas a través de una bestial e intempestiva acometida de un animal peligroso; existe una expresión artística. En el momento en que existen conceptos contrastantes como la vida y la muerte y se presentan unas mezclas de artes plásticas, dramáticas, en un entorno de arte moderno, y considerando que no existe el concepto de representación, sino una actuación única e irrepetible, aunado con aspectos técnicos y estéticos, podemos concluir que esta actividad realmente está llena de arte.
La Fiesta Brava ha formado parte importante de las Fiestas Populares tanto de pueblos como de ciudades. Así mismo, en un festejo taurino se reúnen “valores universales” de la civilización: valor, sacrificio, muerte, éxito, fracaso, miedo, deseo, etc., mismos que son vividos tanto por el diestro como por el público. Existen un sinnúmero de escritores, pintores, escultores, músicos, fotógrafos, modistos y cineastas que han alimentado sus obras de realidad taurina. Esta circunstancia se ha presentado así, simple y sencillamente porque los toros contienen realidades artísticas y también valores humanos, ambos conceptos pilares fundamentales de toda obra de arte.
