El sistema de defensa del organismo de las personas utiliza diversas tácticas para combatir a los agentes patógenos agresores
Enrique Negrete
Desde el inicio de los tiempos, la selección natural ha estado presente antes de la evolución de los seres humanos, de las plantas y de todas las formas vivientes del planeta, y los virus no son la excepción, aunque ellos no vivan por sí solos ya que necesitan un organismo huésped para reproducirse y están sujetos a los cambios evolutivos.
El sistema de defensa del organismo de las personas utiliza diversas tácticas para combatir a los agentes patógenos agresores, cuyo trabajo es evadir dicho sistema, creando más copias de sí mismos y propagarse a otros huéspedes. Las características o adaptaciones que ayudan a un virus a realizar su trabajo tienden a mantenerse de una generación a otra, y las que dificultan que el virus se propague a otro huésped tienden a perderse. Los virus tienen la propiedad de mutar de una manera que afecta positivamente su capacidad de sobrevivir y reproducirse, lo que le permite aumentar su frecuencia debido a la misma selección natural, si ésta se da en el marco epidemiológico correcto.
Desde los primeros días de la pandemia, los científicos han prestando especial atención a los cambios en el código genético del coronavirus.
Todos los virus mutan naturalmente y el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, no es la excepción; se calcula que acumula uno o dos cambios al mes.
La amplia mayoría de las mutaciones que observamos en genomas del SARS-CoV-2 están ahí como pasajeras, no cambian el comportamiento del virus, simplemente son “transportadas”. La mayoría son simples “pasajeras”, en la opinión de Lucy van Dorp, doctora de la University College London especializada en la evolución de los virus, aunque apuntó, que de vez en cuando, su propagación puede ser más rápida.
Por el momento no hay nada que sugiera que la nueva variante del coronavirus detectada en el sureste de Inglaterra cause síntomas más graves o que afecte la capacidad de las vacunas.
Las razones por las que se vigila estrechamente son porque los niveles de la variante detectada son más altos en lugares donde se han registrado más casos, lo cual puede sugerir que sea más transmisible que la anterior.
La variante tiene dos tipos de mutaciones importantes, ambas se encuentran en la proteína de pico, que es la llave que usa el virus para abrir la puerta a las células de nuestro cuerpo y apoderarse de ellas. La mutación N501 altera la parte más importante del pico, conocida como “dominio de unión al receptor”, que es justo donde el pico hace contacto por primera vez con la superficie de las células de nuestro cuerpo. Cualquier cambio que facilite la entrada del virus probablemente le dará una ventaja. La otra mutación es una supresión H69 / V70 la cual indica que los anticuerpos en la sangre de los supervivientes parecen menos eficaces contra esa variante del virus.
Respecto al tema de las vacunas, las mutaciones en la proteína de pico, conducen a preguntas sobre si estas funcionarán para atacar a la variante. Sabemos que las tres candidatas principales -las desarrolladas por Pfizer/BioNTech, Moderna y Oxford/Astra Zeneca- han sido diseñadas para que el sistema inmunológico ataque a la proteína de pico.
Por lo tanto, la respuesta de los científicos es que el cuerpo aprende a atacar múltiples partes del pico, lo cual les tiene convencidos de que las vacunas funcionarán contra esta variante.
MT