El reportaje revela que la administración federal contaba con datos para cerrar las actividades en la ciudad de México desde principios de diciembre, sin embargo mantuvo los negocios no esenciales abiertos por dos semanas más
Daniel Lizárraga
Lo que ha sucedido recientemente con el reportaje del diario estadounidense The New York Times titulado “México tergiversó los datos sobre la gravedad del coronavirus en la capital” mostró –una vez más– que la comunicación dentro del gobierno de López Obrador está desorientada o, en el peor de los casos, embate con perversidad cuando se publica algo que no les gusta.
El reportaje revela que la administración federal contaba con datos para cerrar las actividades en la ciudad de México desde principios de diciembre, sin embargo mantuvo los negocios no esenciales abiertos por dos semanas más.
En el quinto párrafo dice lo siguiente: “las autoridades sanitarias no respondieron a las solicitudes de comentarios”.
Aquí, vale la pena detenerse para reflexionar por qué dichas autoridades no atendieron a la reportera Natalie Kitroeff. Desde hace tiempo pero, sobre todo durante la pandemia, las oficinas de prensa del área de salud no siempre o, mejor dicho, casi nunca responden a las peticiones de entrevistas.
Si fuese deliberada esta actitud de no atender las llamadas de la prensa para después arremeter contra los medios de comunicación utilizando la popularidad de López Obrador sería perverso.
Sí, sería siniestro porque no les interesaría aclarar lo que consideren necesario. Lo que en realidad pretenderían sería esperar el momento oportuno para golpear y, con un poco de suerte, desprestigiar al medio de comunicación.
Ojalá no fuera así porque, en lugar de fomentar una sociedad mucho mejor informada, atizarían la polarización. Si las autoridades de salud hubieran dicho algo antes de la publicación quizá la investigación se hubiera matizado; pero no les importó.
Si The New York Times tendiera a manipular información para atacar al gobierno encabezado por López Obrador, la reportera no habría pedido una versión de las autoridades de salud. Cierto que sucede con frecuencia lo contrario, pero éste no es el caso.
Hay periodistas que practican el equilibrio informativo. Por ejemplo, si la versión ofrecida por algún funcionario pega en el corazón de un reportaje difícilmente éste podrá publicarse, a menos que sea replanteado. Pero si la explicación oficial no es sólida, solo se consigna.