El estigma de que las mujeres no cuentan con la misma experiencia y “know-how” en estos temas es producto de que no se abrían espacios para que demostraran que este es falso
Hugo Lora
La rara necesidad que todos tenemos de acumular posesiones y no deshacernos de ellas nos hace dueños de evidencia de lo que en la teoría económica se llama “destrucción creativa”. Esta nos explica como la entrada de tecnología y nuevos procesos genera progreso, pero también la ruina de todo lo que involucraban las prácticas anteriores. Muchos de nosotros en nuestras casas tenemos evidencia de lo anterior: una vieja cámara de rollo, un casete, un mapa o un directorio. Instrumentos que fueron reemplazados por algo que cabe en nuestro bolsillo y que además nos ofrece muchas más ventajas que todos los anteriores combinados. Este tipo de destrucción también se podría dar en el campo político.
Como arquitecto de la estructura sobre la que se llevaran a cabo las elecciones del próximo año, el Instituto Nacional Electoral (INE) aprobó en noviembre de este año los criterios de paridad de género que serán aplicables para las 15 contiendas a gobernador, las cuales obligan a los partidos políticos nacionales a postular mujeres en al menos siete estados, y aunque esta reforma fue aprobada con el respaldo de todas las fuerzas políticas, ha habido cuestionamientos y quejas por parte de los partidos que hacen notar su incomodidad.
Un dato relevante es que entre 2015 y 2020, sólo el 18% de las candidaturas fueron para mujeres, y únicamente tres fueron electas, dándonos una idea de la enorme brecha de desigualdad que existe entre hombre y mujeres en la arena política. El estigma de que las mujeres no cuentan con la misma experiencia y “know-how” en estos temas es producto de que no se abrían espacios para que demostraran que este es falso. Y esta injusta tarea doble de demostrar aptitudes también es algo que las cuotas de género logran remediar. Aunque existan candidatos hombres que puedan tener más fuerza política y aceptación en algunos estados por la misma razón expresada anteriormente, es necesario que se de esta destrucción para generar progreso social en temas de paridad en nuestro país.
Esta reforma sienta un precedente histórico que sólo se puede equiparar con el reconocimiento de los derechos político-electorales de las mujeres en 1953 y, aunque esta incomode, destruya y cambie procesos, lo perdido es poco comparado con la deuda histórica que tenemos con las mujeres.