El problema es que el outsourcing en varias de sus modalidades es muy pernicioso, pero en sus variables correctas y legales es una herramienta de competitividad que no puede ni debe eliminarse de un plumazo
Zero filtros
Abel Mejía
La escena nacional ha sido acaparada con la discusión del denominado “outsourcing”.
Seamos claros: Hay un problema, se requiere una solución, el diagnóstico del problema es malo, la solución propuesta es peor.
El problema es que el outsourcing en varias de sus modalidades es muy pernicioso, pero en sus variables correctas y legales es una herramienta de competitividad que no puede ni debe eliminarse de un plumazo. Aquí sólo haremos referencia a 2 tipos de outsourcing que son perniciosos y que deben combatirse.
El primero es el outsourcing en su versión de facturación apócrifa, v.g. factureros, que es pura fachada para el lavado de dinero proveniente del crimen organizado y de la corrupción de los políticos y funcionarios públicos. Esto debe terminarse, sin excusas, sin retrasos. Ya existen las herramientas legales, tipificación de conductas delictivas y penalidades de cárcel, lo que falta es la voluntad política para afectar intereses muy poderosos.
El segundo es el outsourcing para minimizar de manera artificial la carga fiscal de la compensación pagada a los empleados. Aquí si bien claramente hay un beneficio para el patrón, muchas veces también el esquema se implementa a petición y beneficio de los trabajadores que prefieren recibir su compensación libre de polvo y paja. La solución debe ser una mezcla de acciones administrativas para identificar y atacar las prácticas más abusivas y acciones legislativas que aligeren las cargas fiscales y sociales para los empleados con ingresos más modestos y clase media.
Hagamos diálogo en @MrMejiaCosenza.