La conectividad requiere circulaciones de baja velocidad ligadas a una estructura peatonal, donde los automóviles se suscriben a una regulación vial más estricta, se acentúan los sitios de integración de transporte público, ofreciendo mejores alternativas en las rutas y desarrollo de las vías para bicicletas
Jorge Roberto Javier Tortajada/Consejo Ciudadano de Urbanismo
@ConsejoUrbanQro
Uno de los criterios que siempre consideramos en el Consejo es el (de)mostrar la conectividad urbana. Como ejemplo, si nos preguntamos de qué manera podemos acceder a las zonas habitables de la ciudad desde la Central de Autobuses, veremos que solo existe un puente que atraviesa una avenida de 12 carriles para poder llegar a una zona de servicios mixtos. ¿Cómo garantizar la conexión peatonal, segura y con consciencia?
La conectividad se nutre de factores que tratamos de empujar constantemente, como la cercanía de los servicios, lugares de trabajo, escuelas, etcétera. Este concepto va madurando en el policentrismo, es decir, el impulsar diversos polos de desarrollo para crear centros de barrio distribuidos; así todos los habitantes tienen lo necesario para la vida diaria en un radio de 800 a 1,000 metros. Esto genera que seamos más sustentables y eficientes, haciendo que podamos tener comercios locales más atractivos, donde las banquetas recuperan su morfología peatonal, abandonando los recorridos inseguros.
La conectividad requiere circulaciones de baja velocidad ligadas a una estructura peatonal, donde los automóviles se suscriben a una regulación vial más estricta, se acentúan los sitios de integración de transporte público, ofreciendo mejores alternativas en las rutas y desarrollo de las vías para bicicletas. Se crea entonces una red de movilidad sistemática que hace mejor uso del espacio urbano porque permite regresar las áreas verdes y transiciones a la vía pública.
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