Los comerciantes establecidos y los semifijos siguen a merced de quienes cobran derecho de piso, en otras palabras: dinero a cambio de sobrevivir
Daniel Lizárraga/Columnista
Si en esta columna semanal escribiese que el centro de la capital del país está ocupado por el narcotráfico sería una obviedad; prestar unos minutos de atención a la guerra entre los carteles de La Unión y La Anti-Unión no merecería la pena, salvo cuando emergen hechos como el acontecido hace unos días: una persona fue detenida mientras empujaba un “diablito” con cajas donde estaban los cuerpos destazados de dos adolescentes.
Los restos de Jair de 12 años de edad y de Héctor apenas mayor, 14 años, sería el basurero. Esta dantesca escena sucedió a unos metros de Palacio Nacional donde despacha el presidente López Obrador y las oficinas de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, es decir, en el epicentro del poder político, en uno de los sitios más frecuentados por el turismo y en una zona comercial. Tres grupos antagónicos han desatado una guerra: La Unión Tepito, La Anti-Unión y una célula del Cartel Jalisco Nueva Generación.
Si esto aconteciera en una democracia sólida, el caso no sólo sería un escándalo de nota roja o crónica policiaca. No, también habría coletazos hacia la élite política, la empresarial y ante los ciudadanos de a pie. El hallazgo fue un golpe de suerte: dos policías caminaban rumbo a cerrar calles cuando observaron que, en la acera contrataría, un hombre joven empujaba un “diablito” con cajas. El muchacho se puso nervioso y la carga fue a dar al piso. Los policías apresuraron el paso para ayudar, pero al tomar una de las bolsas, ésta se abrió asomándose algún pedazo de los cuerpos de los muchachos.
Los comerciantes establecidos y los semifijos siguen a merced de quienes cobran derecho de piso, en otras palabras: dinero a cambio de sobrevivir. En la policía capitalina saben que esto fue una señal entre las mafias: a los muchachos les cortaron las orejas y los dedos. Una de las líneas de investigación, es que los adolescentes trabajaron para la Anti-Unión espiando las calles dominadas por La Unión. Esto no es capítulo de la serie Los Soprano cuyos personajes transpiran violencia. Esto tampoco es una escena de Los Intocables. Aquí hay algo grave: Los carteles que dominan el centro de la capital del país han reclutado a adolescentes. No es una libre elección; primero se los llevan y luego los sueltan para que cumplan sus órdenes. Sino lo hacen se van contra sus familias o se juegan la vida.