A pesar de lo exiguo, el plebiscito representa la mayor votación en la historia de Chile. En efecto, en noviembre de 2017 el presidente Sebastián Piñera fue electo con la participación de tan solo el 49.2% de los votantes
Alejandro Gutiérrez Balboa/Columnista
En Chile la izquierda celebra un triunfo arrollador en el plebiscito efectuado el domingo para cambiar la Constitución aprobada en 1980 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, señalando que fue redactada a puerta cerrada, sin la participación de sectores opositores.
El proceso viene a culminar después de un año de motines de extremada violencia que causaron varios muertos, millones de dólares en daños materiales y una larga serie de atentados por parte de la izquierda radical de considerable virulencia.
El presidente Piñera, lejos de controlar la situación, mantuvo a la defensiva al cuerpo de Carabineros, que son los encargados de actuar cuando las policías resultan insuficientes y la agitación ha rebasado ciertos límites. Los Carabineros son la reserva policiaca, antes de tener que acudir a las Fuerzas Armadas.
Un dato relevante es la representatividad de los resultados. A la pregunta ¿quiere usted una nueva Constitución? planteada en el plebiscito hubo una participación de tan solo el 50.9 por ciento del universo de votantes, es decir, se abstuvo prácticamente la mitad del electorado.
Votaron 5 millones 886 mil chilenos aprobando el cambio de Constitución, contra un millón 634 mil que se opusieron. Votaron también chilenos residentes en el extranjero y la participación de este sector fue del 51.93%. Del total de los votos emitidos, el 78.27% lo hizo en favor de cambiar la Constitución y 21.73% en contra.
A pesar de lo exiguo, el plebiscito representa la mayor votación en la historia de Chile. En efecto, en noviembre de 2017 el presidente Sebastián Piñera fue electo con la participación de tan solo el 49.2% de los votantes.
Se impuso la narrativa de que la actual Constitución es la causante de las desigualdades del país, además de promover la privatización de varios sectores de la economía, lo que fue etiquetado exitosamente como nocivo y pasando por alto que fue precisamente a ese proceso que Chile le debe el crecimiento y desarrollo que ha alcanzado, muy por encima del promedio en América Latina.
De ninguna manera es ilegal o ilegítimo este triunfo de la izquierda. El problema para los opositores, en este caso de los chilenos, es que sin participar y solamente quejándose, están muy lejanos de resolver los problemas, permitiendo que otros tomen las decisiones. Una lección que se debe tomar muy en cuenta en otras latitudes.