Al hablar de inclusión contribuimos a crear una realidad social incluyente. Resulta trascendente poner sobre la mesa la discusión de cómo debería ser una sociedad tolerante a la extensa diversidad
Anel Torres/Profesora de la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro.
Siendo una apasionada del lenguaje, escrito y hablado, por mi formación en lingüística y comunicación; siempre me había parecido redundante la insistencia de algunos en nombrar a los alumnos y las alumnas, los niños y las niñas. Qué necesidad de hacerlo si la regla era muy clara: utilizar estas palabras en masculino era suficiente pues se refería a todos en conjunto.
Sin embargo, continuando con el estudio del lenguaje, expertos en el tema afirman que lo que no se nombra no existe. Es así como he llegado a darme cuenta que decir niños y niñas, doctores y doctoras en ningún momento es una redundancia; al contrario, al hacerlo, estamos dando visibilidad a lo que se daba por hecho. Estamos diciéndole a todas esas niñas que hay arquitectos pero que también puede haber arquitectas; que existen los ingenieros, pero también hay ingenieras.
El lenguaje es una manifestación de nuestra cultura, de nuestras creencias y valores como sociedad. Si analizamos aquellas palabras que comúnmente utilizamos en masculino y aquellas que se utilizan en femenino; nos podemos dar cuenta que a través de ellas estamos construyendo una realidad social excluyente, en la cual existen los doctores y las enfermeras, los científicos y las maestras; y es en esta misma realidad en la que las doctoras y los enfermeros no tienen cabida, el lenguaje los excluye. De manera inconsciente estamos asignando ciertas profesiones para los niños y otras exclusivamente para niñas, cuando las habilidades de un ser humano nunca se definen por el género y cada uno debería ser libre de escoger la profesión que más le apasione.
Al hablar de inclusión contribuimos a crear una realidad social incluyente. Resulta trascendente poner sobre la mesa la discusión de cómo debería ser una sociedad tolerante a la extensa diversidad de edad, origen étnico, género, discapacidad, etc., que tenemos hoy en día. Es necesario intercambiar ideas en torno a las estrategias para construir una sociedad incluyente que considere a todos y a todas. Al crear un diálogo público, que involucre a diferentes sectores, el tema se vuelve relevante y puede llevar a la creación de políticas públicas.
Estimados lectores y lectoras, una sociedad incluyente es una sociedad fortalecida, y el lenguaje es una herramienta poderosa para lograrlo.