En Chile, a un año del inicio de los motines, vuelve la violencia a las calles. El caso más dramático ha sido el incendio y saqueo de la Iglesia de los Carabineros en Santiago
Alejandro Gutiérrez Balboa/Columnista
En dos lugares se juega el futuro del populismo de izquierda, en un entorno de mucha confusión, causado por los embates de la post-verdad y por la interrogante en las elecciones de Estados Unidos.
El primer lugar es Bolivia, que ha tenido elecciones que regresan al poder al partido de Evo Morales, no a Evo. El segundo es Chile, que el próximo domingo efectuará un plebiscito nacional para determinar si se elabora una nueva Constitución.
Pese a los atropellos constitucionales de Evo, primero para prolongar su mandato y luego efectuando un fraude electoral que lo arrojado del poder, los electores vuelven a brindar el triunfo a su partido, en una previsible reedición del populismo boliviano favorable a los objetivos del Foro de Sao Paulo, el actual escudo protector de las dictaduras de Cuba y de Venezuela. Malos candidatos y mala organización de la oposición a Evo causaron el regreso del populismo a Bolivia. No basta simplemente oponerse a una maquinaria muy armada.
En Chile, a un año del inicio de los motines, vuelve la violencia a las calles. El caso más dramático ha sido el incendio y saqueo de la Iglesia de los Carabineros en Santiago, en donde se mostró en toda su crudeza el odio y el vandalismo extremo de un grupo muy bien organizado que ha efectuado toda clase de tropelías, ante la increíble indolencia del presidente Sebastián Piñera. Por las acciones criminales de este grupo que se llama a un plebiscito, en vez de aplicarse simplemente la ley.
En caso de ganar, los anarquistas pedirán más cambios radicales que darán al traste con los logros en ese país, sobre todo crecimiento económico y desarrollo, que en pocos años les colocaron como los primeros en todo el continente. Ceder en las pretensiones populistas no beneficiará en nada a Chile y sí fortalecerá el bloque populista de izquierda latinoamericano.
El discurso nos habla de “derechos sociales” o indígenas que estos movimientos reivindican, cuando en la práctica ni la sociedad ni los indígenas se han beneficiado en nada. A esto hay que agregar los desesperados movimientos de Donald Trump por obtener la reelección, algo que sigue en el aire y que de no lograrse, sin duda abonará al proyecto populista de izquierda, ahora con simpatía norteamericana.
En menos de un mes veremos resultados determinantes para el futuro y la esperanza de nuestros países. Tenemos un choque de fuerzas políticas encontradas y con proyectos muy distintos de libertad y desarrollo.