Ahora el Estado utiliza la publicidad gubernamental como ficha de chantaje con los medios, ya que para los periódicos y revistas en promedio esta implica un 30 y un 50 por ciento de sus ingresos respectivamente
Hugo Lora
Una de las características distintivas de la dictadura priísta del siglo pasado era el control de los medios de comunicación masivos. Este se ejercía por medio de muchos mecanismos, pero uno de los principales era que el Estado mexicano era dueño del monopolio para la compra de papel en el exterior del país y de su producción y distribución en el interior. Por decreto esta empresa gubernamental se reservaba el aprovisionamiento y distribución del papel destinado específicamente a los periódicos. Entonces, cuando uno de ellos no seguía la línea que se mandaba desde Palacio Nacional, la Productora e Importadora de Papel, S.A. (PIPSA) dejaba de proveerles papel o subía sus costos para hacer que sufrieran y se sometieran ante el gobierno. Ahora el Estado utiliza la publicidad gubernamental como ficha de chantaje con los medios, ya que para los periódicos y revistas en promedio esta implica un 30 y un 50 por ciento de sus ingresos respectivamente.
El pasado 20 de agosto el Diario Oficial de la Federación publicó una circular en la que se prohibía a las dependencias de gobierno contratar servicios de ningún tipo con la revista Nexos por dos años y le impusieron una multa por 999 mil 440 pesos. Lo anterior debido a una “irregularidad” encontrada en un contrato de compra de publicidad con el Instituto Mexicano del Seguro Social. Es importante decir que 11 de sus últimas 20 portadas involucran una crítica al gobierno federal y las consecuencias de sus acciones.
Ahora les pregunto: ¿creen que esta acción es una coincidencia? Sabemos que este gobierno tiene poca tolerancia con las personas que no están a favor de lo que hacen y busca dividir a la sociedad entre fieles y opositores. Pero aunque este sea el discurso uno de los derechos que se debe respetar es la libertad de expresión. Las últimas semanas han sido evidencia de que no existe ni existirá espacio para la crítica durante este sexenio y este acto en específico es un aviso a todas las editoriales del país muy claro: quien mucho critica, poco recibe.