La vacuna, pomposamente denominada Sputnik V, en recuerdo a los primeros satélites artificiales lanzados al espacio en la antigua URSS, ya fue certificada por las autoridades rusas, pero solamente por ellas
Alejandro Gutiérrez Balboa/Columnista
Los dirigentes políticos populistas y los autoritarios en el mundo no han tenido el menor escrúpulo en dejar morir a decenas de miles de sus conciudadanos, con tal de no perder el control ni su falsa narrativa, en el grave dilema de cómo combatir eficazmente la pandemia. Ninguno lo ha hecho. Pero lo inaceptable es que hoy, el presidente ruso ha autorizado una campaña de vacunación masiva en su país para dentro de un mes, con una vacuna de muy dudosa eficacia.
La vacuna, pomposamente denominada Sputnik V, en recuerdo a los primeros satélites artificiales lanzados al espacio en la antigua URSS, ya fue certificada por las autoridades rusas, pero solamente por ellas. En cambio, es observada con enorme sospecha por todo el mundo, y hasta por los propios científicos rusos.
Uno de los principales neumólogos rusos, Alexander Chuchalin, ha renunciado al Consejo de Ética del Ministerio de Salud de su país, por las graves violaciones a los procedimientos científicos de los promotores de la vacuna y por su inaceptable aceleración para alcanzar un producto que no reúne aún los requerimientos científicos para ser aplicada.
Sin importar nada esta serie de deficiencias, la supuesta vacuna rusa se aplicará y se exportará a diversos países, en ese afán obsesivo del nuevo zar ruso, Vladimir Putin, de incidir en los asuntos mundiales ganando preponderancia, en este caso, para los científicos rusos. La realidad es que unos pocos mercenarios entre ellos se han prestado para esta patraña.
Totalmente apegados a los protocolos internacionales para la investigación, pruebas y producción de una vacuna, laboratorios ingleses y norteamericanos elaboran una y dos vacunas, respectivamente, que se encuentran en la última etapa. China investiga 3 y también está en la fase final, aunque tendrá que vencer las sospechas por haber ocultado información al iniciarse la pandemia.
En una escala mucho menor, los populistas presidentes de Argentina y de México anunciaron la fabricación conjunta de otra vacuna, cuando la realidad es que se trata de la vacuna inglesa, que un laboratorio y una universidad asociados de ese país son los autores de la investigación, hoy en la última etapa del proceso, previo a su autorización final y a su producción masiva. Ésta se llevará a cabo en sucursales del laboratorio existentes en ambos países, con financiamiento privado. Esto es, los presidentes no tienen nada que ver, pero quieren quedar bien con sombrero ajeno.