Si no entendemos que el problema del éxito es que se normalizó como imperativo, podemos llegar a estar siempre insatisfechos, disconformes y hasta depresivos
Carlos Olguín/Columnista
Siguiendo con la línea del libro de Byung Chul Han, acerca de sus tesis de la realidad actual, por ejemplo, en el tema del éxito nos dice que al fijar tan alta la vara, la mayoría de los seres humanos deambulamos por debajo de los sueños impuestos por la cultura dominante. Si no entendemos que el problema del éxito es que se normalizó como imperativo, podemos llegar a estar siempre insatisfechos, disconformes y hasta depresivos.
Algunos otros conceptos que me parecen interesantes compartir con ustedes son:
Narcisismo. Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El narcisismo habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte: “Ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.
Esto en gran medida explicaría la creciente ola de depresión y frustraciones, conviene traer a colación el mito de Narciso, quien en resumen se enamoró de él mismo y se ahogó al ver reflejada su imagen en el agua y quererla atrapar. Esta metáfora sirve mucho para ilustrar lo que sucede en las redes sociales.
Otros. Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo… En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.
Refugiados. Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo o asco por los refugiados sino que son vistos como carga, con resentimiento o envidia”; la prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus países.
Tiempo. Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.
En realidad, resulta un reto tratar de transmitir las ideas centrales que se prestan a tantas reflexiones, de mentes privilegiadas como la de este autor y muchos otros. Les recomiendo los libros de Han, que son muy cortos de páginas y palabra, pero profundos y de mucho tiempo para tratar al menos de entenderlos.
Como siempre me da mucho gusto que me regale unos minutos de su atención y que compartamos estas reflexiones con el único objetivo de darnos cuenta a partir de meditaciones simples, de la realidad que nos rodea y con base en ello poder realizar cambios en nuestras vidas.