Este 25 de julio se cumplió 291 años de la consagración del actual Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe
Francisco Pájaro Anaya/Licenciado en Derecho por la UAQ, Ex Presidente de CANACO San Juan del Río, Catedrático de la Universidad Mesoamericana, actualmente Presidente del Patronato del Centro Histórico de San Juan del Río.
Este 25 de julio se cumplió 291 años de la consagración del actual Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe (anterior Templo Parroquial de San Juan Bautista) en San Juan del Río, el cual es el templo que a lo largo de la historia es el más importante de la ciudad e inclusive de la región, ostentado desde el año de 2006 la dignidad de Santuario, como un reconocimiento a la gran devoción que los fieles tienen en ese lugar, lugar lleno de historia y lleno de belleza que es orgullo de todos los sanjuanenses.
En este sentido, vale la pena recordar que los bienes sagrados tienen un hondo significado, basado siempre en la alta dignidad del arte, que es la traducción en el plano sensible, de la Belleza Ideal; donde la belleza es una forma de lo Divino, un atributo de Dios; una Verdad Divina, fundamento del Ser. He aquí por qué lo Bello es, según la fórmula platónica, “el esplendor de lo verdadero”. Por ello, el objeto de los bienes sagrados es el de revelar la imagen de la Naturaleza Divina impresa en lo creado, pero oculta en ello, siendo siempre la manifestación o reflejo de un vínculo terrenal a lo espiritual.
En este caso, y siendo el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, el principal en jerarquía en la Ciudad de San Juan del Río, es claro que converge en él lo más prestigiado y notorio de la época. Su objetivo no era -y no lo es- sólo el de congregar fieles, sino el de crear para ellos una atmósfera que permita que la Gracia se manifieste mejor, y lo alcanza en la medida en que logra llamar su atención con un sutil juego de influencias, a través de los diferentes retablos, con sus pinturas, esculturas, ornamentos, candiles, etc., pero con un solo objetivo: la comunión con lo Divino. Por lo tanto, la auténtica naturaleza del arte tiene un significado antológico y cosmológico, donde queda determinado su carácter esencial, que es el de ser Simbólico. Así, el arte religioso nos lleva de la mano a una lectura iconográfica, con el único sentido de introducirnos en todos los rincones del templo, hasta el momento en que estemos en un clima de acercamiento a la oración, que llegará a ser como un fragmento de eternidad, donde se realiza la conversión total.
En el año de 1689 los vecinos de San Juan del Río, tanto españoles como naturales, solicitaron permiso al Virrey Don Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, Conde de Galve, para la construcción del Templo Parroquial, (hoy Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe), concediéndose el mencionado permiso, comprometiéndose los vecinos españoles con sus limosnas para la construcción de la obra y para sustento de los naturales, éstos últimos se comprometieron en forma libre y voluntaria a trabajar en la construcción del templo. Es así como se dio inicio a la construcción bajo la responsabilidad del Cura Párroco Dr. D. Pedro Avalos y de la Cueva y Bracamonte.
La edificación de este templo no fue nada fácil pues tuvo que suspenderse varias veces por falta de recursos económicos. Se vuelven a tener noticias de la edificación del templo hasta el 10 de diciembre de 1726 cuando Don Marcos Mancilla, hombre de negocios y originario de este lugar, al estar en una situación difícil, se encomendó a la Virgen de Guadalupe para que intercediera por él y no perdiera la vida, y en pago de la gracia ofreció construirle un templo, cosa que no realizó pero pagó su deuda al apoyar la construcción del actual templo parroquial. Para el año de 1728, se cubría la bóveda del templo, y se dedicaba con gran solemnidad, el día 25 de julio de 1729, por el entonces Sr. Cura de esta ciudad Pbro. Br. Don Antonio Rincón y Mendoza.
El actual Santuario es un orgullo para los sanjuanenses y para todos los queretanos, por tal motivo, este aniversario de su consagración nos llena de gran alegría y de orgullo por este lugar digno de fe, de historia, de cultura y de tradición.