Todo parece indicar que el asunto de la COVID-19 modificará la forma de vida como hoy la conocemos, especialmente en su forma urbana. Todas las actividades laborales que puedan realizarse desde el hogar tenderán a acentuarse. El uso de los medios cibernéticos y la informática también se acentuarán.
A pesar de la resistencia que pudiera llegar a presentarse por gran parte de la población, ya sea por comodidad, por costumbre o por ideología, actividades como la gestión de negocios económicos y especialmente los financieros, la educación, el entretenimiento, la comunicación grupal familiar y empresarial, entre muchas otras, se realizarán cada vez más a través de internet.
El distanciamiento y la atomización social que esto implica se generan de manera natural en las sociedades individualistas y tecnologizadas. Piense usted, por ejemplo, en la postura de la ciudadanía de las grandes urbes japonesas o nórdicas. Es de suponerse que no opondrán mayor resistencia a esa nueva normalidad. Por el contrario, la población de los territorios rurales marginados puede encontrarse más reticente al nuevo mundo que hoy nace.
Lo anterior implica que la nueva realidad podrá ser percibida y recibida de distinta manera, dependiendo de la forma de pensar de cada individuo. Muchos podremos sentir agrado por la vida a la antigua, más cercana a lo natural y menos determinada por la industria, el mercado y la tecnología. Pero también se encuentra el pensamiento al otro lado del espectro; personas dispuestas y abiertas a que nuestro mundo se transforme en un ambiente estéril pero artificialmente apto para un tipo de existencia humana en la que la vida no se parezca a lo hasta ahora visto.
En el primer grupo, que puede llamarse de los conservadores, nos resistiremos a dejar de tratar con la gente, en persona, al realizar negocios, al platicar, al mostrarnos afecto, al convivir; nos opondremos a que nuestra casa sea, al mismo tiempo, nuestro hogar, lugar de trabajo, gimnasio, lugar de entretenimiento, en suma, nuestro hábitat. En el segundo grupo, el de los progresistas, el pensamiento abstracto e impersonal admitirá que todas esas actividades se realicen sin siquiera conocer los datos personales del individuo en el otro lado, al grado de que el interlocutor podrá ser una máquina o un simple programa informático; la realidad podrá ser virtual sin que ello resulte extraño.
¿Usted qué postura adoptará ante la nueva e inevitable realidad?