El discurso de los Derechos humanos es cada día más amplio y se encuentra en todas partes, pero el mismo sistema legal también dice que no puedes asomar la nariz fuera de tu casa
Daniel González
Don Juan Nepomuceno acaba de leer en una revista que en México todos los ciudadanos gozan de todos los derechos humanos y que los órganos de gobierno están obligados a respetarlos y a hacerlos respetar. Dado que no tiene contacto con el mundo jurídico, no se da cuenta de que eso dice nuestra Constitución desde hace casi 10 años. Así que se dispone a ejercer su autonomía y salir a la calle a gozar de su libertad.
Pero en cuanto pone un pie en la banqueta regresa a la realidad. Para empezar recuerda que tiene que ponerse el tapabocas. Luego le viene a la mente la prohibición de deambular por donde le plazca y que solo puede ir a comprar cosas necesarias. Después le viene a la mente que, dado que tiene diabetes no puede permitirse contagiarse, porque enfrentarse en esas condiciones al sistema de salud mexicano es un suicidio.
Al llegar a la esquina ve a dos policías platicando con algunos conocidos miembros de la delincuencia organizada. Todos lo observan detenidamente pero se relajan cuando los saluda y lo reconocen. En ese momento todos saludan al señor juez, que pasa en su auto negro último modelo conducido por su chofer; ambos con cubrebocas. Para ese momento, don Juan Nepomuceno ya ha tomado conciencia de cuan limitada es su autonomía protegida por sus bien tutelados derechos humanos.
Llega a la tienda de autoservicio que está en las orillas de su colonia y compra, solo por inercia y para que los policías no le puedan señalar que viola la reglamentación sanitaria, un par de aguas y un paquete de servilletas. Al salir de la tienda voltea a su alrededor y ve un parque rodeado de cinta para señalar que no puede visitarse. Así que decide que ya ejerció suficientemente su autonomía por ese día y regresa a su casa. Entra, se sienta en su sillón y decide pasar la tarde viendo su televisor.
La pregunta pertinente sería: ¿De qué nos sirve la autonomía personal de la que todos los seres humanos gozamos hoy en día, si el ámbito de libertad no permite ejercerla? Por una parte, el discurso de los Derechos humanos es cada día más amplio y se encuentra en todas partes, pero el mismo sistema legal que los reconoce más adelante nos dice que no puedes asomar la nariz fuera de tu casa. Así, regresamos al estado natural, en el que el tamaño de tu libertad es proporcional a tu poder. El tamaño del terreno de tu casa es el mismo de tu ámbito de libertad.
Quisiera pensar que la futura normalidad será igual a la que gozamos antes de la pandemia de histeria que vivimos. Pero intuyo que eso puede no ser así. ¿Qué piensa usted?