Los gobiernos, casi todos, utilizan una narrativa para justificar sus acciones o para ocultar sus fallas
Alejandro Gutiérrez Balboa
A lo largo de la historia, muchos gobiernos y dirigentes han echado mano de la propaganda para conseguir más fácilmente sus objetivos, que pueden ser buenos o malos.
Hoy no es distinto. La herramienta por excelencia que se utiliza, es la fabricación de la post-verdad.
En el mundo moderno que vivimos, a diferencia del pasado, estamos sobresaturados de todo tipo de información. En lo que se refiere a los gobiernos, casi todos utilizan una narrativa para justificar sus acciones o para ocultar sus fallas.
La narrativa no es la verdad. Partiendo del principio de que todo es percepción, esto es, en realidad no importa tanto lo que ocurre, sino cómo la gente interpreta lo que ocurre, los gobiernos le dan una importancia fundamental al propósito de incidir en un tipo de interpretación de la realidad que favorezca lo que ellos quieren.
Uno de los ejemplos más evidentes de ello es la última campaña que Donald Trump ha emprendido, acusando a su antecesor Barack Obama de configurar un complot ilegal para minar su gobierno desde que inició, y a esto le ha denominado “Obamagate”, una derivación del escándalo de Watergate efectuado por Nixon y que le obligó a renunciar en agosto de 1974.
Trump repite casi a diario tweets alusivos y en todos pone la palabra mágica: Obamagate.
¿Qué hay de real en el complot aludido por Trump? Nada, pero resulta eficaz. Ha logrado ponerlo en la mesa de discusión, que los diarios más importantes y las cadenas televisivas hablen del tema, que comentaristas políticos hilen sobre lo mismo.
Esto es, con el Obamagate se ha generado una narrativa. La acción es perversa, pero funciona.
¿El propósito? Siendo este un año electoral en el país vecino, este tema se ha vuelto un arma de propaganda que tiene 2 propósitos: desacreditar al candidato demócrata y poner una cortina de humo para que el electorado norteamericano no juzgue la catastrófica gestión en el tratamiento de la pandemia que Trump ha tenido.
Se trata de desviar la atención de un aspecto fundamental y mucho más importante que un imaginario complot de Obama y los demócratas. La mortandad de 100 mil personas en Estados Unidos, con mucho la mayor del mundo, tiene a Trump al borde de la derrota electoral.
En México, todas las mañanas tenemos un ejercicio parecido de post-verdad.