Andrés Manuel López Obrador se ha desmarcado públicamente de esas propuestas, le negó apoyo, pero ahí están
Arturo Cerda Díaz
Son ya varios los elementos puestos por la 4T en la discusión pública que desatan no sólo polémica, también preocupación de volver al híper presidencialismo, al país de un solo hombre o encaminarnos a un régimen con riesgoso exceso de poder.
El pasado fin de semana, Alfonso Ramírez Cuellar, Presidente interino de Morena, hizo pública una iniciativa de ley que otorgaría al INEGI facultades para verificar a detalle el patrimonio de particulares. De inmediato fue calificado por muchos como un intento de crear una especie de “Gestapo”, policía secreta de los nazis para mantener a raya a los detractores. Ramírez Cuellar explicó que el propósito es dar al Estado mexicano un mecanismo que haga pagar más impuestos a los que más tienen.
Hace unas semanas, Edelmiro Santos, diputado federal por el partido Movimiento de Regeneración Nacional, promovió modificar las leyes para el Banco del Bienestar maneje los recursos que hoy están en manos de empresas administradoras de fondos para el retiro. Santos olvidó que el otrora Bansefi ya tuvo una afore que quebró.
La semana pasada la Suprema Corte de Justicia de la Nación sepultó las intenciones del Jaime Bonilla, Gobernador de Baja California, de alargar artificialmente de dos a cinco años el periodo para el que fue electo, un precedente que aplicaría para casos similares desde alcaldes hasta presidente de la república.
Andrés Manuel López Obrador se ha desmarcado públicamente de esas propuestas, le negó apoyo, pero ahí están.
Con todo respeto, resulta complicado entender cómo alguien que presume estar informado de todo lo que pasa en el país, que da la impresión de que sus cercanos deben seguir instrucciones aunque vayan a contra de la realidad, no sea avisado por adelantado o dé su consentimiento a cuestiones de alto calibre.
Y es que si no han tenido el visto bueno del Palacio Nacional, resulta también riesgoso que haya algunos osados nostálgicos con mucha imaginación que, quizás con el ánimo de agradar a su líder, quieran generar una figura con una indeseable concentración de poder, contraria al avance democrático del país.