Jaque mate a las energías renovables: Abel Mejía

El pasado 15 de mayo la Secretaría de Energía publicó el Acuerdo por el que se emite la Política de Confiabilidad, Seguridad, Continuidad y Calidad en el Sistema Eléctrico Nacional.

Si uno se quedara con el rimbombante nombre del acuerdo, hasta podría pensar que se trata de un gran esfuerzo por parte de la actual administración para garantizar que todos los mexicanos tengamos energía eléctrica de calidad en estas épocas complicadas de COVID19.

Hombre, los progresistas más bien intencionados hasta podrían haber pensado que por fin un gobierno estaba tomando un parteaguas de decisión para movernos a la siguiente generación en temas energéticos. Pero nada de eso, lo que el acuerdo contiene es una puñalada al incipiente sector de energía renovable en México. Les comentamos porque…

La justificación oficial del acuerdo es pretender promover el desarrollo sustentable de la industria eléctrica y garantizar su operación continua, eficiente y segura. En términos coloquiales lo que nos vendieron es que era para evitar apagones en estas épocas de CORONAVIRUS, ya que la iniciativa privada que lleva el tema de energía eólica y solar, simplemente no podía (o talvez no querría hacerlo).

Pero basta darle una leída al documento, y escuchar las conferencias subsecuentes de los autores materiales e intelectuales del mismo, para ver que el objetivo es muy, muy distinto.

El verdadero objetivo pareciera se puede resumir en dos puntos: (i) avanzar la ideología de los 70s que busca que las empresas del estado tengan monopolio en las áreas estratégicas de generación de energía, e (ii) implementar un rescate forzado, contra todo y contra todos, de CFE y Pemex.

En línea con la tendencia mundial, México se había establecido la meta de que la mitad de su energía eléctrica proviniera de energías renovables para el 2050. Este acuerdo claramente va en dirección contraria por tres factores. Uno, limita y complica la operación de la actual infraestructura de energías renovables, i.e. de las centrales eléctricas con energía limpia intermitente que ya existen. Dos, señala que el nuevo criterio para consumo de energía (según lo determine Secretaría de Energía) será la confiabilidad y no el costo, con lo que CFE ya no se vería afectada por su ineficiente y costosa producción de energía. Tres, desincentiva nuevos proyectos en materia de energía renovable al suspender las pruebas pre-operativas y las autorizaciones de nuevas centrales.

Estas limitantes y suspensiones obligarán a que se tenga que comprar más cantidad de energía a CFE, aunque ésta sea más cara y sea producida con base en la quema de combustóleo. A su vez, en línea con las pretensiones del nuevo régimen de reactivar la refinación de combustibles en México cueste lo que cueste (véase el elefante blanco de Dos Bocas), CFE tendrá que comprar más combustóleo a PEMEX al precio (potencialmente más alto) y calidad (potencialmente más baja) que éste último le dicte.

Como podrán ver, ganancia redondita, no para los mexicanos de pie como usted y como yo, ni mucho menos para las futuras generaciones que quisieran ver un mundo más verde, pero si para aquellos que creen que el futuro de este país está en regresar a los 70s, para aquellos a los que les vale un cacahuate que sigamos contaminando nuestro país, y para aquellos que, ojala ande yo de malpensado, se frotan las manos con los potenciales negocios jugosos que se pueden dar al amparo de contratos a modo que puedan dar unos renovados CFE y Pemex.

En fin, ya no solo nos estamos jugando el bienestar de la presente generación al –ooooootra vez- mandar una pésima señal a los inversionistas de la falta de estado de derecho y directiva moderna del estado, sino que nos estamos jugando el futuro de las siguientes generaciones al volver al camino de la continua destrucción de nuestro planeta.