Según el Centro de Innovación para la Vivienda (CIV) el 70% de los mexicanos autoconstruye su vivienda
Raúl Lorea
La autoconstrucción es un fenómeno que trata de la iniciativa que toma una familia para construir su vivienda, a su ritmo, a sus posibilidades y en la mayoría de los casos, a su entender.
Según el Centro de Innovación para la Vivienda (CIV) el 70% de los mexicanos autoconstruye su vivienda, lo que representa alrededor de 60 millones de personas que viven en una casa autoconstruida.
Las características de estas viviendas son totalmente variables y se llevan en etapas a medida de las posibilidades de los propietarios, contrario a lo que se pudiera pensar, es un fenómeno que se da tanto en asentamientos irregulares como en zonas de vivienda popular.
Al ser un fenómeno tan recurrente, es importante analizarlo, entenderlo y atenderlo. Se pueden observar varias vertientes, entre ellas, las posibilidades económicas de quien construye.
Prácticamente se trata de una vivienda a la medida, no sólo en diseño, sino también en procedimiento, en acabados y en la forma en que se gasta el dinero.
Cada familia construye a su ritmo, lo que una constructora no podría facilitar pues desde la perspectiva empresarial, tiempo es dinero.
Por otra parte, la mayoría de las personas que autoconstruye, no tiene acceso a créditos sociales ni apoyos gubernamentales.
Culturalmente también existe un desconocimiento de la importancia de asesorarse por un profesional, independientemente de quién construya, se cree que es mucho más caro y muchos prefieren acudir con el maestro de oficios de confianza.
Desde la perspectiva de mi gremio, me parece que ha fallado el acercamiento social. Mientras buscamos ser una “élite”, provocamos una distancia que poco beneficia a quienes autoconstruyen, generando un rechazo cultural a los profesionistas.
La autoconstrucción tiene varias desventajas para sus propietarios, nuestro deber es poner de nuestra parte para suceda con mejores características técnicas y de diseño, ya sea desde la iniciativa privada o desde el sector gubernamental, vale la pena buscar ese acercamiento.
A fin de cuentas, la arquitectura es una de las bellas artes, y nuestro arte adquiere mayor valor cuando alguien se apropia de él, y qué mejor que sea en el patrimonio de toda una familia.