La Tauromaquia como otras expresiones culturales está llena de curiosidades. Por ejemplo, llama mucho la atención el ver a un torero usando bigote
Juan Carlos Sámano U.
La Tauromaquia como otras expresiones culturales está llena de curiosidades. Por ejemplo, llama mucho la atención el ver a un torero usando bigote, como lo hizo en su momento Ponciano Díaz, el usar medias de otro color al tradicional “rosa mexicano”, o el que algún torero usara gafas o lentes durante la lidia de un toro.
Francisco Montes “Paquiro”, aquel que en 1835 utilizó por primera vez la “montera” como parte del vestido torear, ese que más cambios y mejoras aportó al toreo, entre ellos la modificación al traje de luces, con lentejuelas y alamares, buscando esa vistosidad y elegancia que al día de hoy se mantiene, empezó a sufrir problemas serios de la vista. Esta situación obligó al diestro, en el año de 1848, durante una corrida celebrada en Sevilla con motivo del feliz alumbramiento de la infanta Luisa Fernanda, Duquesa de Montpensier, a estoquear con gafas a sus toros, situación que sin duda fue considerada como un suceso insólito en los anales del toreo.
Siguiendo con este tema, hay un caso muy peculiar que tiene que ver con la Realeza Española. Muchos sabemos de la gran afición que la Casa Real tiene hacia la tauromaquia, y la continua presencia de sus miembros en las plazas de toros. Pero el antecesor de todos ellos, el Rey Alfonso XIII, era todavía más aficionado, sintiendo una gran admiración por Joselito “El Gallo”. Pues en la boda de este monarca con la reina Victoria Eugenia en el año de 1906, el Sr. Vicenti, alcalde de Madrid, organiza los festejos para los reyes incluyendo una gran corrida de toros en la plaza de Las Ventas, sin considerar que este espectáculo no era del agrado de la nueva monarca.
Para la Reina este fue uno de los deberes más complicados a través de los años aunque estaba obligada a asistir a las plazas de toros. Para ayudarse a superar tan complicada situación, decide ayudarse de unas gafas negras, las cuáles evitarían el presenciar la dureza de las escenas que en esas épocas se daban en el ruedo. Encargó a un oftalmólogo de confianza que las elaborara a su medida, opacas, completamente veladas y obscuras para no ver nada, aunque mirara de frente hacia el albero. Posteriormente, para no llamar la atención, decidió que aplaudiría cuando la gran afición taurina lo hiciera. Cosas de la tauromaquia.