Desvirtuar la profesión de la arquitectura o la ingeniería es particularmente preocupante debido a la situación económica que acompaña a la pandemia del COVID-19
Raúl Lorea
¿Cree usted que sea necesaria la experiencia de los ingenieros y arquitectos para desarrollar una obra? Para responder esta pregunta, existen opiniones a favor y en contra. Existen personas que no lo encuentran necesario, y quienes consideran suficiente la vasta experiencia de un maestro albañil (sin afán de menospreciar) con la intención de administrar mejor un crédito para la construcción de vivienda social individual.
Sin embargo, otras opiniones, como la de un servidor, consideran doloroso referirse de manera generalizada e injusta a los gremios que han construido al país, y en particular, a la profesión que me ha dado tanto desde hace casi 16 años. Afirmar que no resulta necesaria la participación profesional de ingenieros y arquitectos para la construcción, ampliación o remodelación de vivienda social, podría confundir a la sociedad y deteriorar la imagen de los profesionistas.
Los Colegios de Profesionistas, así como la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, a nivel nacional defienden al gremio constructor e invitan a que los ingenieros y arquitectos sean partícipes del fomento al cambio social, al mismo tiempo que hacen el llamado a las autoridades para revalorar las nuevas reglas de operación.
Desvirtuar la profesión de la arquitectura o la ingeniería es particularmente preocupante debido a la situación económica que acompaña a la pandemia del COVID-19, misma que ha frenado negocios y actividades de casi todos los rubros, no sólo de la construcción.
Apenas la semana pasada analizábamos en este espacio que la vivienda social ha cambiado en detrimento de la calidad de vida de quienes la habitan, mencionamos también el fenómeno de la autoconstrucción, mismo que requiere un amplio análisis y estrategias para que la sociedad pueda contar con viviendas dignas.
Me permito llamar a la reflexión a los ingenieros y arquitectos para hacer una evaluación autocrítica que nos permita posicionarnos ante la sociedad, como gremio, con nuestra ética y civilidad, a recuperar esa visión social para los proyectos que la requieran, a rescatar el humanismo detrás de cada diseño, nuestros proyectos perdurarán en medida de cuánto se apropie la sociedad de ellos.