Muchos aspectos urbanos requieren de un replanteamiento desde su base, cambios que no son fáciles de proyectar en una dinámica del día a día
Leticia Aguilar González / Consejo de Urbanismo
La pandemia del virus Covid-19 modificó, de una semana a otra, la forma en la que se viven las ciudades del mundo. Históricamente, la humanidad ya había tenido que enfrentar epidemias y plagas devastadoras, pero nunca una que afectara tan directamente, y en esta escala, al mundo global en el que ahora vivimos, especialmente a las ciudades. Mucho se habla de lo que vendrá cuando superemos esta pandemia pues sabemos que tras una crisis siempre hay cambios. A nivel urbano, ¿las ciudades seguirán funcionando igual?, ¿qué cambios se producirán?, y ¿quiénes participarán en la decisión de estos cambios?
Sin duda alguna, no podemos ni debemos volver a la normalidad, puesto que esa “normalidad” tiene tiempo ya caduca. Nuestras ciudades, si bien son un cúmulo de complejidades maravillosas, también son muy injustas para un gran número de sus habitantes. ¿No es este el momento perfecto para replantear la forma en la que planeamos las ciudades?
Muchos aspectos urbanos requieren de un replanteamiento desde su base, cambios que no son fáciles de proyectar en una dinámica del día a día. Pero si hoy gran parte de las actividades económicas, administrativas, sociales y culturales están detenidas, este podría ser un gran momento para abrir discusiones donde todos participen. Además, ya que muchos hemos tenido que convertir nuestra vida a modo virtual, se podría aprovechar esa ganancia tecnológica colectiva, para generar mecanismos de participación innovadores que nos lleven a entender problemáticas de fondo, y a debatir soluciones.
Estos debates deberían de realizarse con la especial participación de los grupos sociales que históricamente han sido reprimidos a un segundo plano: las mujeres, los niños y los adultos mayores. Rediseñar las ciudades tomando en cuenta las necesidades de estos tres grupos de la población, sería una decisión que nos llevaría a provocar cambios trascendentales en la forma en la que éstas se viven. Nos descubriríamos en un futuro próximo, viviendo en ciudades más resilientes, humanas, accesibles, seguras, inclusivas, verdes, respetuosas con el medio ambiente y por qué no, más felices.
¿Estamos dispuestos a ser parte de una nueva dinámica de planear la ciudad?