Cuando una sociedad trasciende, se expande o simplemente alcanza su desarrollo, trae consigo un punto de inflexión
Sergio Arellano
Lo que me atrae de la discriminación es su capacidad de avance. A pesar de contar con un margen constitucional, amplio y proteccionista de los derechos humanos con un enfoque de igualdad, es evidente el rezago en este aspecto. Cuando una sociedad trasciende, se expande o simplemente alcanza su desarrollo, trae consigo un punto de inflexión.
Es como cualquier ciudad en crecimiento, al atraer inversión, turismo, nueva infraestructura vial, oportunidades de empleo; no solo se elevan los estándares económicos. Aumenta la inseguridad, el tránsito vehicular, la contaminación, la competencia en el ámbito laboral, entre otras cuestiones que se ponderan cuando tocamos el término “calidad de vida”.
Al igual que estas incidencias, producto de la urbanización, crecen las conductas que conllevan estereotipos, estigmas y prejuicios. Los medios de contacto y las herramientas que están al alcance de las plataformas electrónicas, han provocado un foro que no tiene la mejor línea discursiva.
La desinformación y los discursos de odio han progresado por el humor negro que corre por las redes sociales y las noticias mal dirigidas. Si se comunica equivocadamente una idea, prevalece el error en las y los receptores. Atendiendo a la época y el lugar que abordemos, las condiciones de trato serán diferentes.
¿A qué me refiero? A lo largo de la historia hemos leído sobre mujeres sin derechos políticos, supremacía de castas, la brecha trazada por el nivel de ingresos salariales, la omisión hacia los grupos de atención prioritaria, así como lenguaje ofensivo y sexista; tan común en nuestros textos normativos.
La discriminación actual, lamentable, reside en perjuicio del personal médico. Ante la contingencia del COVID-19, el sector hospitalario ha sido el principal transmisor del virus; no debe causar sorpresa. Si las y los médicos no atienden esta sintomatología, ¿quienes atenderán a los casos positivos en aras de una recuperación? La agresión y diferenciación que han vivido quienes trabajan en los centros de salud es inaceptable.
Más allá de recordar el contenido de la ley que establece un trato respetuoso, libre de violencia y el ejercicio legítimo de la profesión, debería de perdurar el gran esfuerzo de quienes ponen en juego su situación personal por la de un individuo ajeno, un tercero, alguien con quien jamás han interactuado.
Me parece que la ciudadanía debe mostrar agradecimiento a estas personas y en determinado caso, denunciar a quienes pretenden atentar contra la vocación de servicio. La Secretaría de Salud de orden federal y las que operan en los estados de la república, no deben permitir la propagación de estos hechos. Tan dañina la enfermedad, como la actitud de quienes obstruyen el camino para la atención de la pandemia.