Todo está cerrado: no hay escuelas, no hay tiendas, no hay bares ni restaurantes, no hay reuniones. Solo ‘quédate en casa’. Es doloroso para mí y todos los italianos
Beppe Severgnini
Una sociedad abierta que está encerrada: casi es un oxímoron, un juego psicológico. Hasta que sucede y, de pronto, la vida cambia. Me está pasando a mí y a todos los italianos. Empezó en el norte, donde vivo, y ahora ocurre en todo el país. Todo está cerrado: no hay escuelas, no hay reuniones, no hay fiestas, no hay películas, no hay obras de teatro, no hay eventos deportivos. No hay bares ni restaurantes. No hay tiendas abiertas, salvo las de comida y las farmacias. En todo el país, hasta el jueves, 15 mil 113 personas habían contraído el virus (casi la mitad están hospitalizadas); mil 16 habían muerto y mil 258 se habían recuperado.
El mantra del Gobierno italiano son tres palabras: “Restate a casa” (quédate en casa).
¿Qué pasa con la vida diaria en un pueblo pequeño y antiguo cercano a Milán durante una epidemia?
Crema es bonito, acaudalado y orgulloso, una comunidad italiana por excelencia donde todo el mundo se conoce. Ha sido descrito en libros y sirvió de telón de fondo para la película ‘Llámame por tu nombre’. Afuera de mi ventana, puedo ver toda la plaza principal, Piazza del Duomo.
Mientras escribo estas palabras, son las diez de la mañana y la plaza está vacía, un silencio estrambótico. Normalmente, la plaza está rebosante de tenderos, estudiantes, granjeros, amigos que van a los cafés por sus capuchinos matutinos. Debajo de mi ventana, se suelen reunir unos jubilados para recibir los primeros rayos del sol. Hoy, el sol rebota en los ladrillos de la catedral, nada lo perturba, excepto un ciclista solitario que pedalea por el puente Torrazzo: pareciera ser una mujer, aunque es difícil saberlo pues oculta el rostro detrás de una mascarilla. Incluso las campanas de las iglesias suenan distinto en el silencio del lugar vacío.
Cuando aparece la gente, pone tierra de por medio. Eso es tan poco italiano. Normalmente, la gente se abalanza sobre el otro y se saluda con afecto.