La localidad al oeste de Barcelona está en confinamiento por el COVID-19 desde el viernes 13
Diego Fonseca
Es la hora de los ciudadanos de contagiarnos de responsabilidad: en circunstancias extraordinarias, la sociedad no puede ser peor que sus gobiernos. De 20 a 40 segundos de jabón y agua.
Restregar las manos. Toser y estornudar, como enseñan a los niños, en el brazo de Drácula. No menos de dos metros de distancia. ¿Ir al Vive Latino, a un partido de algo, al último acto de Andrés Manuel López Obrador? Olvídenlo: eso, como sudar en un gimnasio, son pistolas en la sien.
Podría seguir, pero creo que el punto está claro: las guías de protección y cuidado para el coronavirus son simples, fáciles de entender, sencillas de explicar y están por todas partes. Pero somos humanos, las cumplimos cuando podemos, cuando queremos y no siempre que debemos. Estamos todos en esto.
El virus COVID-19 no discrimina por estatura, código postal, ideas. Tiene una beligerancia ecuánime y distributiva.
Nosotros debiéramos oponerle un comportamiento ejemplar. En circunstancias extraordinarias, la ciudadanía no debiera ser peor que sus gobiernos. De manera que echemos una mano, porque –soy literal– podríamos estar jugándonos la vida en el proceso.
No hay política pública efectiva si no se cumple a pie de calle. Si la gente no hace lo que debe hacer. Me ha tocado la mala fortuna, como a otras 70 mil personas, incluidas mi pareja y mi hija de 18 meses, de quedar confinados en Igualada, la primera ciudad española en ser aislada.
Nadie puede entrar o salir de la ciudad, solo pueden abrir los comercios esenciales, como supermercados y farmacias. Y si alguien quiere escapar del cerco, la policía puede procesarlo. En Igualada –60 km al oeste de Barcelona– han muerto tres personas, los contagios crecen y, claro, habrá peores noticias.
Y si bien la idea de pasar al menos 15 días encerrados en casa es un dolor de cabeza para una vida de urbanitas sibaritas y gregarios, peor sería el resultado opuesto; andar por la calle creyéndonos sanos cuando podríamos ser portadores asintomáticos; máquinas de distribución de virus.