Ya está aquí. Es cuestión de días que se propague de manera exponencial a través de todo el país.
Abel Mejía
Ya está aquí, es cuestión de días que se propague de manera exponencial a través de todo el país. Para concientizarnos de la velocidad con que esto puede propagarse basta ver los casos de China y de Italia. En China el 23 de enero había 444 casos confirmados, una semana después el 30 de enero y había 4,903 casos, y otra semana después el 6 de febrero ya había 22,112. En Italia había 62 casos identificados el 22 de febrero, 888 casos el 29 de febrero y 4,636 el 6 de marzo. Y esto en un país donde se impusieron rápidamente medidas draconianas de separación física y en otro país donde se tiene un muy buen sistema de salud.
En México estamos muy lejos de tener esos elementos de contención pues no se ve voluntad del actual gobierno federal de tomar medidas drásticas y claramente nuestro sistema de salud tiene amplísimas áreas de oportunidad. Derivado de lo anterior, la pregunta ya no es si habrá miles de infectados, la pregunta es si aún se pueden tomar medidas para evitar una tragedia humana en el país.
Trato de no ser alarmista, pero en las siguientes semanas es muy probable que veamos a nuestro sistema de salud nacional sometido a una de las pruebas más difíciles que ha enfrentado, incluyendo ver pacientes tratados en los pasillos, doctores y enfermeros exhaustos, toma de decisiones dramáticas sobre – por falta de herramientas e infraestructura- a quien se le brinda atención, familiares y amigos desesperados e impotentes de ver que la salud de sus seres queridos se deteriora sin un alivio claro a la vista. La única manera de evitar esto es tratar de desacelerar la expansión del virus y darle tiempo a nuestro sistema médico de robustecerse; claramente no es lo mismo que se infecten 10 millones de mexicanos en 18 meses que en 18 semanas.
¿Qué hacer? Aquí algunas acciones concretas… Uno, los gobiernos federales y estatales deben hacer una inversión inmediata en capacidad humana y material para llevar a cabo pruebas gratuitas en gran escala para realmente saber quién está enfermo y monitorear el avance del virus. Dos, cancelar de inmediato eventos multitudinarios en zonas del país donde ya se está dando el contagio comunitario (ese que no viene de personas del extranjero). Tres, aplicar al máximo la telemedicina para que los centros médicos no se vuelvan epicentros de infección y no perdamos a nuestros valiosos doctores porque ellos se enfermen en sí. Cuatro, asegurarse que la mayor población posible tenga acceso a tratamiento médico, con independencia de sus medios económicos, lo que significa generar un programa de emergencia donde el gobierno cubrirá el tratamiento en instituciones privadas de cualquier persona que requiera atención por el coronavirus. Cinco, lo antes posible migrar a un modelo de educación a distancia que, de manera provisional, permita que los alumnos puedan seguir avanzando en su educación sin estar expuestos a ser infectados (ellos y sus familiares) por contactos en la escuela. Seis, preparar un paquete de emergencia de estímulos económicos que ayude a sobrevivir las familias más vulnerables que dejen de percibir ingresos durante esta crisis. Siete, blindar las locaciones que tienen vulnerabilidad estructural, v.g., asilos, centros para refugiados y para indigentes, cárceles, instalaciones médicas para enfermedades graves (cáncer, diabetes, etc.) para proteger a las personas vulnerables que se encuentran ahí. Ocho, solicitar el apoyo activo de nuestras fuerzas armadas para las labores de diagnóstico y prestación de cuidados médicos. Claramente hay más que hacer, pero estas serían un buen comienzo.
Es hora de olvidarnos de chairos y fifís y trabajar mano con mano, créanme que el coronavirus no hará esa distinción. Sígueme en @MrMejiaCosenza.