La movilización social siempre será agua fresca para una sociedad que envejece junto con sus instituciones
Seth Pérez
El pasado 8 y 9 de marzo puede ser el inicio de lo que muchos grupos, colectivos, asociaciones y tanto mujeres como hombres de manera individual pedimos: Ni una más. Sin embargo, el activo que deja la movilización como fuerza social ¿será capaz de pasar de las calles a las instituciones? A diferencia de muchas otras protestas, la fuerza social no servirá para presumir músculo, entonces ¿para qué? Esperamos y nos sumamos a ser parte de un cambio.
El miedo es una de las principales causas para callar abusos, malos tratos y hasta delitos. La unión puede ser el gran catalizador para darles luz a las indignantes situaciones que viven las mujeres en muchas instituciones públicas, privadas y hasta en el seno de la familia. Sin embargo, la pregunta para todos quienes apoyamos este cambio es ¿cómo pasar de las calles a transformar la vida diaria?
En redes sociales se pueden observar que muchas personas y en especial los hombres, no comprenden el movimiento. En respuesta observo un reclamo, una crítica con un grado de rudeza, y en algunos casos es entendible que exista hasta el enojo, pero ¿será que no todo mundo comprende o es verdad que quienes están al margen solamente están volteando hacia otro lado? ¿Será una oportunidad para condenarlos o para convencerlos?
Si todo ser humano tiene el grandioso vínculo de ser concebido por una mujer, ¿por qué no ha detonado un cambio de forma rápida y determinante? Algunas autoras y otros conocedores del tema apuntan que existe una forma de ser que está enraizada en la cultura; en actitudes, palabras, formas de convivir que son normalizadas, pero que excluyen o colocan en desventaja a un solo género. Sin embargo, la exclusión también se ejerce a muchos otros grupos sociales, a determinados sectores económicos y muchas minorías.
Me sumo al cambio que se pide y espero que todos podamos construir la sociedad que aspiramos y que podamos sin violencia deconstruir la que hoy fomenta violencia, exclusión y discriminación. Requerimos liderazgos que convoquen a transformar procesos negativos normalizados, a crear nuevos procesos de convivencia, pero en armonía. Ni una más.