Cada suceso es una oportunidad de crecer y mejorar. Sin embargo, muchos se suscitan de formas tan recurrentes
Seth Pérez
Cada suceso es una oportunidad de crecer y mejorar. Sin embargo, muchos se suscitan de formas tan recurrentes o involutivas que surge esta pregunta: ¿Aprendemos verdaderamente de nuestras experiencias?
La movilización que hemos vivido en torno a una posible alerta mundial por el coronavirus deja tras de sí la misma pregunta de casos anteriores: ¿Qué experiencias recuperamos para prevenir o al menos administrar mejor los riesgos de manera holística y global? Las autoridades sanitarias podrán ofrecer datos de una mejor atención médica, cierre de fronteras, identificación del caso y otras buenas prácticas en este campo.
Pero podemos observar que las medidas para afrontar los efectos de un problema sanitario en otros ámbitos como la caída del turismo, eventos masivos, comercio internacional y principalmente en la forma de gestionar las pérdidas económicas que implican, son nulas en muchos sectores que no están incluidos en una comprensión del problema. Mucho menos en participar como grupos integrados para adoptar medidas para afrontar las consecuencias.
Así como en una época el fantasma del comunismo estigmatizó muchas formas de organizarse y muchos grupos, hoy el fantasma de la corrupción y del manejo del mundo en torno a intereses de cúpula también ha minado la credibilidad en las organizaciones y el surgimiento de liderazgos.
El sector empresarial, universitario, estudiantil, los sindicatos y muchos otros poco pueden convocar para analizar problemas y trabajar en torno a soluciones.
Se observa más la participación en marchas, protestas, para renegar, quejarse e impedir, que proponer, incluir, comprender y trabajar para encontrar una solución. Hay un valor en la protesta y el reclamo, pero para transformar el mundo se requiere comprender el problema, encontrar vías de solución y trabajar en alcanzarlas.
Entre más complejo es el problema, requiere de muchos más actores, participación y compromiso. Eventos significativos son una gran oportunidad para transformar la queja en acción y para tomar conciencia e involucrar a muchos más. Así como las epidemias, la violencia y la obesidad se han visto como problemas de salud pública.
¿Qué nos toca hacer a cada uno de nosotros?