Michelle Goldberg
Algo bueno de rodearse de mafiosos y estafadores chabacanos es que, si te dan la espalda, puedes afirmar que no tienen credibilidad porque son delincuentes.
Ahora que Lev Parnas, un conspirador clave en el plan de Donald Trump y Rudy Giuliani para extorsionar a Ucrania, está soltando la sopa, los defensores de Trump señalan que es una persona de mala reputación en la que no se puede confiar. “Este es un hombre que está acusado formalmente y que de hecho salió bajo fianza. Este es un hombre que posee una empresa llamada Fraude SA”, dijo Stephanie Grisham, secretaria de prensa de la Casa Blanca, en Fox News, la única cadena en la que aparece con regularidad (la empresa de Parnas en realidad se llamaba Fraud Guarantee, aunque ese nombre no es mejor).
Evidentemente, Grisham tiene razón en que estamos hablando de un personaje turbio. En efecto, no es alguien a quien querríamos tener, por ejemplo, amenazando a funcionarios extranjeros a nombre del presidente de Estados Unidos, como Parnas afirmó que hizo durante una entrevista extraordinaria con Rachel Maddow que salió al aire el 15 y 16 de enero en MSNBC.
Los trumpistas ignoraron de la misma manera a Michael Cohen, quien fue abogado personal de Trump antes de Giuliani. El día en que Cohen testificó ante el Congreso que Trump era un “racista”, un “timador” y un “fraude”, una vocera de la campaña de Trump lo hizo pedazos diciendo que era “un criminal, un abogado al que se le había quitado la licencia y una persona acusada de cometer perjurio” (Algunos de esos delitos, claro está, los cometió en nombre de Trump). Cuando Rick Gates, quien fue vicepresidente de campaña de Trump, testificó contra su exjefe Paul Manafort, el abogado de Manafort lo interrogó de esta forma: “¿Después de todas las mentiras que ha dicho y los fraudes que
ha cometido, espera que este jurado
le crea?”.
El propio Giuliani está sujeto a una investigación penal del fuero federal.