Comenzando el año nuevo siempre vienen a la memoria muchas situaciones que han pasado durante nuestras vidas
Francisco Pájaro
Comenzando el año nuevo siempre vienen a la memoria muchas situaciones que han pasado durante nuestras vidas, sobre todo por las personas que recordamos en estos días y que han marcado ciertas situaciones ya sea en el ámbito personal, en el comercio, en la religión, en algunos aspectos de la sociedad y otros.
Sin embargo, muchos todavía añoramos el San Juan del Río de antaño, en donde podíamos conocer a muchas de las personas que formaron lo que ahora somos. Cómo no recordar los grandes negocios sanjuanenses que en su tiempo fueron la novedad o la sensación como el súper Layber de don Pepe Layseca que se encontraba en plena avenida Juárez y en donde acudíamos sobre todo en las fechas de fin de año para comprar los elementos necesarios para la elaboración de las cenas de Navidad o de Año Nuevo; o qué decir del súper Mohel que era la tienda o las tiendas que en su momento eran las más surtidas en el centro de la ciudad, una de ellas ubicada en la esquina de avenida Juárez y la calle de 2 de abril y otra en lo que denominó el pasaje Juárez en donde a semejanza de lo que sucede en la Ciudad de México, un pasaje conectaba una calle con otra y se desarrollaban diversos comercios.
Creo de aquella época solo existe un comercio de pizzas que sigue teniendo la misma calidad que desde su apertura.
Recordando un poco a los personajes, siempre viene a mi memoria don ‘Pepe’ Layseca, que año tras año, al salir de la misa solemne de Navidad, la ‘misa de gallo’, nos regalaba a todos los asistentes un tríptico con una bella poesía dedicada a la Navidad y por consiguiente con sus respectivas felicitaciones, muchas de esas poesías se encuentran recopiladas en un libro de su autoría; sin embargo, era parte de la Navidad sanjuanense.
Muchos de los comercios del centro de la ciudad se arreglaban de manera espectacular y se encontraban como en un ‘concurso’ en donde cada año modificaban su adorno, muchos de ellos elaborados por los propios propietarios, ya que no había la tecnología que existe el día de hoy.
Así, por ejemplo, el ver los mostradores de la Botica de Jesús o de la tienda de regalos Mónaco o algunos otros locales comerciales era un espectáculo que se repetía cada año.