Mark Mazzetti
Los poderes del presidente estadounidense para iniciar una guerra se han fortalecido durante casi dos décadas desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, que llevaron a Estados Unidos a una era de conflicto perpetuo.
Esos poderes ahora están en manos del presidente más volátil en la historia reciente.
La decisión del presidente Donald Trump de autorizar el asesinato de un importante líder militar iraní podría ser la acción que desencadene una conflagración regional, o podría solo tener un impacto geopolítico marginal, como muchos de los asesinatos selectivos que han sido ordenados por Trump y sus predecesores. Pero es el ejemplo más reciente del modo caprichoso en que el presidente, como comandante en jefe, ha elegido usar sus poderes letales.
En sus medidas respecto a Irán, Siria, Yemen y Afganistán en los últimos tres años, Trump ha mostrado poca evidencia de que tome sus decisiones sobre la guerra y la paz después de una deliberación cuidadosa o una seria consideración de las consecuencias.
En junio, Trump sorprendió a su vicepresidente, a su asesor de seguridad nacional y a su secretario de Estado cuando se retractó y suspendió un ataque a Irán cuando faltaban 10 minutos para ejecutarlo. Esa decisión, que se produjo días después de que Irán derribó un avión no tripulado estadounidense, se debió en parte a que consultó a Tucker Carlson, el presentador de Fox News, quien le recordó al presidente que se había comprometido a salir de los conflictos en el extranjero en vez de comenzar nuevas conflagraciones.
Un ataque contra Irán, según Carlson, podría hacer enojar a la base política del presidente. Poco más de seis meses después, Trump ordenó el asesinato del general Qasem Soleimani, quien dirigía la poderosa Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán. Esa acción, que se produjo después de que un ataque con cohetes realizado el 27 de diciembre por fuerzas vinculadas a Irán mató a un contratista estadounidense en Irak, fue considerada como demasiado desafiante por los presidentes George W. Bush y Barack Obama, por lo que nunca la autorizaron.