En Estados Unidos no pasó gran cosa durante la década de 2010. La tasa de desempleo bajó a un ritmo lento pero constante
Ross Douthat
En Estados Unidos no pasó gran cosa durante la década de 2010. La tasa de desempleo bajó a un ritmo lento pero constante; el mercado accionario creció; la situación económica de las personas mejoró poco a poco.
No ocurrió ningún ataque terrorista de las dimensiones del 09/11 ni estallaron nuevas guerras con enfrentamientos terrestres comparables a las de Irak o Vietnam.
El país vivió en relativa calma: los delitos violentos y la inmigración ilegal fueron a la baja, se redujo la delincuencia entre los adolescentes, disminuyó la tasa de natalidad entre las adolescentes y se estabilizó la tasa de embarazos fuera del matrimonio.
En Washington, solo se aprobaron dos proyectos de ley importantes en el Congreso, ambos predecibles: una extensión del seguro de salud promovida por un presidente demócrata y un recorte fiscal financiado con déficit presentado por un republicano.
No se forjaron mayorías perdurables; el control del Gobierno estuvo dividido durante siete de los 10 años. Se lograron algunos acuerdos bipartidistas, aunque las modas de política pública que fueron y vinieron, como la reforma educativa y la resistencia al déficit, dejaron prácticamente sin tocar las realidades subyacentes.
La inercia y la falta de acción fueron la norma. Si esta no suena como una descripción completa de la década, es porque en realidad no lo es. Más bien es una instigación que pasa por alto muchos indicadores importantes (la epidemia de los opioides y la tasa de natalidad en picada, sobre todo), que deliberadamente evita mencionar el populismo, el Gran Despertar y a Donald Trump, e ignora la sensación de crisis, la paranoia, la desconfianza y la histeria que han imperado en nuestra vida pública en los últimos años de la década.
Sin embargo, la instigación representa una verdad que es importante para interpretar toda esa paranoia, polarización y desconfianza.
Porque incluso si aceptamos que el estado de ánimo de crisis y el sentimiento de que el orden liberal quizá se esté resquebrajando constituyen la característica distintiva de la década que llega a su fin.