Según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, una de cada 10 personas trabaja en el sector turístico
Costas Christ
Un creciente movimiento conocido como ‘flight shame’ (vergüenza de volar) y popularizado por activistas ambientales bien intencionados está ganando terreno alrededor del mundo. Su premisa: volar es malo para el medioambiente, así que, si te importa la vida en el planeta, no tomes un avión.
El movimiento, que inició en Escandinavia, ha crecido hasta el punto de motivar protestas para interrumpir vuelos en el Aeropuerto de Londres-Heathrow y campañas en redes sociales exponiendo a celebridades y otras personas por planear viajes de larga distancia.
Con la temporada navideña a punto de llegar, muchas personas preocupadas por el ambiente podrían estar preguntándose: ¿acaso mis vacaciones planificadas al otro lado del mundo son éticamente indefendibles? Pero probemos con otra pregunta: si realmente detenemos todos los vuelos, ¿salvará eso al planeta?
La respuesta contradictoria es que de hecho podría lograr lo contrario. La industria del turismo depende del transporte aéreo, y salvar la naturaleza está cada vez más vinculado con la influencia económica del turismo.
De acuerdo con el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, una de cada 10 personas trabaja en la industria de viajes y turismo, lo que representa más de 10 por ciento de la economía global. En muchos países, el turismo de naturaleza es una de las principales fuentes de divisas. Al mismo tiempo, la aviación es responsable de aproximadamente 2.5 por ciento de las emisiones de CO2 provocadas por el hombre.
En contraste, la deforestación, de acuerdo con algunos cálculos, contribuye casi 20 por ciento, casi lo mismo que todas las formas de transporte combinadas. Si realmente queremos tener una buena oportunidad de reducir los gases de efecto invernadero a nivel mundial, debemos detener la tala de los bosques del mundo.
No me malinterpreten. Como conservacionista y experto en turismo sostenible, soy defensor de un enfoque más responsable del turismo.