Lo hemos platicado tantas veces, de tantas formas y desde muchos ángulos o puntos de vista y parece que nadie escucha nada, ni entiende
Iván Torres
Las barras (porque no son porras) en los estadios del futbol mexicano son un cáncer que consume el dinamismo y crecimiento del balompié nacional. El chantaje es su principal arma contra las directivas de los equipos; si no me toleras, te puedo provocar un problema, institucional, personal e incluso hasta familiar. Así es como han sustentado su permanencia en países sudamericanos y el de origen, Argentina.
El problema es que quienes forman parte de estos grupos cumplen con formaciones psicológicas fuera de cabalidad, con el potencial de sacar sus frustraciones dentro de un espectáculo que les da, entre otras cosas, valor, identidad y anonimato. Es una mezcla muy peligrosa y lo sucedido el pasado fin de semana entre las barras del San Luis y Gallos Blancos, dieron salida, como un volcán, a esa combinación que estuvo a nada de causar una tragedia de carácter monumental.
Yo no sé si esto representa también hartazgo de un país que, en percepción, va a la baja, pero casualmente esto se ha presentado en capítulos históricos, en el mundo, cuando los países están inmersos en depresiones sociales, políticas y económicas.
Le daré un ejemplo: al final de la década de los 80, en el futbol inglés, surgieron los famosos ‘hooligans’, grupos que llegaron a extremos de violencia dentro de los estadios de Europa; sus rituales agresivos tuvieron repercusiones graves en la final de la Copa de Europa (hoy Champions League) de 1985 antes del arranque del partido entre Liverpool y Juventus en Bruselas, Bélgica, la llamada tragedia de Heysel.
Casualmente, la economía inglesa pasaba por una decadencia económica una vez que la primera ministra de ese país, Margaret Tatcher había confrontado el sindicalismos de varios sectores en la economía de ese país, como el sector de la industria del hierro, minería, procesos de privatizaciones que, aunque fueron medidas político-económicas positivas en el largo plazo, en el momento causaron un retroceso en el empleo que a su vez dejó vulnerables a ciertos sectores que vieron en el futbol un desahogo a sus frustraciones y comportamientos elementales.
Eran muy temidos pero en los 90 se toparon con la legalidad, al grado de que muchos de ellos ya no pudieron salir de Inglaterra y si salían, era cárcel casi de por vida. Mano dura es lo que se necesita.