Nicholas Kristof
“¿Algún hombre debe estar por encima de la Justicia?”, preguntó George Mason en la Convención Constitucional de 1787. “Sobre todo, si ese hombre está por encima de ella, ¿quién puede cometer la injusticia más grande?”.
Esa era una pregunta central para los redactores de la Constitución –¿hasta qué punto la destitución debe ser un control para los presidentes?– y es la pregunta esencial para nuestra sistema político actualmente.
El acoso de Ucrania por parte del presidente Donald Trump con el fin de ir tras Joe Biden es un paralelo del tipo de abusos de los que hablaban los redactores cuando adoptaron la cláusula sobre la destitución. Lo que temían era un líder que abusara de su poder –confabulando con un país extranjero, según lo sugirió James Madison– y amenazara la integridad del sistema estadounidense.
Así, guiados por esas preocupaciones de abuso de poder, veamos qué resultados se obtienen de la investigación para el juicio político. Estos son los temas que deben investigarse más:
¿Cuál fue el papel de Rusia? ¿Trump habló de Ucrania con Vladímir Putin en su reunión de junio en Osaka, en sus reuniones del año pasado en París o Helsinki, o en su llamada telefónica del 31 de julio? ¿Putin plantó desinformación en la que Trump se basó para actuar?
En su llamada del 25 de julio con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, Trump planteó la extraña teoría conspirativa acerca de que había sido Ucrania y no Rusia el país que había hackeado los correos electrónicos demócratas. ¿Acaso eso no suena como si hubiera salido de boca de los rusos?
De igual manera, la desconfianza de Trump en su embajadora en Ucrania, Marie Yovanovitch, y su fe en que había información en Ucrania sobre corrupción cometida por Biden esperando a ser revelada se parecen a lo que un oficial experimentado de la KGB podría decir para manipular a un acólito estadounidense ingenuo.