Aunque siempre fue partidario de la reforma educativa aprobada en la administración de Enrique Peña Nieto, no dejo de admitir que la misma era perfectible
Abel Mejía
Aunque siempre fue partidario de la reforma educativa aprobada en la administración de Enrique Peña Nieto, no dejo de admitir que la misma era perfectible y que tuvo un error fatal desde su incepción. En ese momento las autoridades apostaron a que sería suficiente con el apoyo de los padres de familia para lograr la aprobación y longevidad del nuevo modelo educativo, a pesar de la férrea oposición que había de la mafia de sindicatos de la educación.
Sin embargo, creo que su error fatal, su Waterloo, fue no haber sumado con mayor conciencia a una parte integral de la ecuación, v.g. a los maestros. Por las razones que se quiera, en esa reforma no se dio la seguridad laboral y de superación a los docentes, quienes temieron – en gran parte resultado de una campaña de tergiversación de la reforma llevada a cabo por los sindicatos afectados- que los procesos de evaluación que contenía la reforma pondrían en peligro sus plazas.
Los sindicatos, astutos como lo son, explotaron este miedo en los maestros y la oportunidad política que se abría con la llegada de MORENA al poder y sus generosísimas promesas electorales, para extorsionar al gobierno para que diera marcha atrás con esta reforma.
Los maestros, quien en su mayoría me parece están comprometidos con la educación de nuestra niñez y quisieran librarse del yugo de los sindicatos, sintieron que tenían que optar por el menor de los males, es decir volverse a entregar a los brazos ávidos del sindicato para asegurar sus fuentes de trabajo.
Kafkiano… sí, tristísimo, aún más.
¿Qué nos puede pasar con esta contrarreforma? Me parece que el escenario es sumamente negativo, para muestra un botón…
Primero, la desaparición del Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa, lejos de eliminar la corrupción en la construcción de centros educativos, fomentará la construcción de planteles que no garantizan los estándares mínimos de calidad y la asignación de dichas obras vía metodologías poco ortodoxas y transparentes.
Segundo, la desaparición de organismos de evaluación (como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación), sin que se incluyan nuevos verdaderos órganos de valoración de la calidad de los maestros y de la educación, nos condena a que el modelo educativo mexicano se quede arcaico y no prepare a los niños para los retos del hoy y del futuro, particularmente poder competir con trabajadores y profesionistas de otros países y tener las habilidades para migrar de plazas laborales sin sofisticación (que serán eliminadas por la inteligencia artificial) hacia a otros puestos de valor más agregado (donde el componente humano seguirá siendo importante).
Tercero, el permitir que los sindicatos tengan una participación activa en la designación de plazas educativas, ascensos laborales y asignación de centros de trabajo, generará que los maestros se vean forzados a tenerle más lealtad al sindicato que a los alumnos y que sus actividades más premiadas sean la asistencia a las marchas y plantones y no el dar clases de calidad. Y podríamos seguirle, esperemos que la 4t recapacite y priorice el futuro de la niñez mexicana sobre compromisos electorales.
Pal’ gordito… Hoy toca estrella al Candela Romero del hotel St. Regis en CDMX, ¡los Chipirones a las Brasas es platillo forzado!