Uno de los elementos vitales del artículo 1º constitucional tiene que ser forzosamente la promoción de los derechos humanos
Sergio Arellano
Uno de los elementos vitales del artículo 1º constitucional tiene que ser forzosamente la promoción de los derechos humanos; entendida como esa responsabilidad que tenemos todos –sociedad y Gobierno– de transmitir, orientar, educar y aplicar estos criterios en beneficio del bien común.
En el plano internacional, el servicio exterior mexicano no queda exento de esta obligación, ya que en él reside el apoyo a connacionales en cuanto a asesoría jurídica y representación legal, pero la cuestión no debe quedar en este punto de descanso, los cuerpos diplomáticos deben construir los canales eficaces para esparcir aprendizajes, abrir sus instalaciones y fortalecer los vínculos con la comunidad que ahí se encuentra.
La diplomacia ya no puede atender únicamente a su naturaleza social, tiene que buscar más allá de los acuerdos comerciales o políticos. El acontecer universal del siglo XXI nos exige una intervención educativa y práctica.
Ni el medioambiente, las limitantes en el acceso a servicios básicos, la sustentabilidad, la inequidad o las lagunas dentro de los sistemas regulatorios pueden demorarse un momento más en la agenda de las soberanías.
Es por ello que las embajadas y consulados deben exprimir la ventaja de la interacción directa con otros Gobiernos y organismos internacionales para la construcción de materiales didácticos con el objetivo de informar a la población de asuntos básicos como el debido proceso y actuar en lo conducente.
Recientemente, tuve la oportunidad de conversar con la encargada del consulado de México en Vancouver; mencionaba que Canadá es un lugar con una calidad de vida extraordinaria; sin embargo, adolece de discriminación por razones de género y siguen cometiéndose ilícitos con una incidencia considerable. Con esto se evidencian los rezagos más allá de nacionalidades.
Me parece que nuestro país reviste una multiculturalidad excepcional que es digna para compartir con el mundo. Nuestras leyes, convenciones, interpretaciones académicas, tratados y la jurisprudencia que nos atañe, fungen como los instrumentos más loables para el cambio de perspectiva bajo el marco de la globalización. Que nuestra estancia no solo sea turística, sino contributiva.