Si usted tiene hijos, sobrinos o nietos en edad temprana, sobre todo infantes, escuchará frecuentemente el término “quiero”. “Quiero ese juguete” “Quiero un chocolate” “Quiero, quiero, quiero”. A veces, lo tomamos como broma. A veces, esas palabras provocan exasperación. Para los niños, es muy natural decirlo así, pues a nivel biológico su lóbulo frontal aún no funciona con la misma capacidad que un adulto, específicamente presentan la inhabilidad para planear o dirigir conductas a términos de largo plazo. Esto conlleva a comportamientos que sirven para satisfacer deseos inmediatos, y nada más. Conforme pasa el tiempo, esta capacidad se solidifica, y el ser humano en su fase adulta puede tener panoramas amplios y definidos para la toma de decisiones.
Sin embargo, la poca congruencia de lo descrito anteriormente nos hace pensar qué hay detrás de nuestras compras impulsivas. El “quiero, quiero” se vuelve, ya en los adultos, en un mantra para usar la tarjeta de crédito a destajo. Las consecuencias las sabemos al momento de acercarnos a la caja a pagar, pero nuestros impulsos cubren y nublan nuestra capacidad de razonamiento. Al fin y al cabo, somos seres humanos con sentimientos y emociones, pero cuando no tenemos la capacidad de reconocerlas, gestionarlas y dirigirlas, comienzan a reducir el campo de acción para un razonamiento, sobre todo en el ámbito financiero.
No está mal querer, pero si está mal actuar únicamente sobre deseos sin hacer proyecciones a largo plazo. En el libro de “Models of my life” de Herbert A. Simon, recomienda hacer un check list de cosas que sopesar para tomar una decisión, y con ello, se abrirán cantidad de alternativas que no sabíamos que existían al momento de tomar la decisión, las cuales no hubiéramos identificado de haber seguido nuestra primer y más fuerte emoción.
Para tener identificadas, y en medida de lo posible controladas las emociones, tome un minuto para escribirlas (en su celular, en un cuaderno) y recapacitar sobre ellas, mencionando en qué otras cosas podría usar ese dinero (específicamente, y en primer lugar, para pagar deuda). ¿Cree que, al momento de la compra, ese análisis le tomará mucho tiempo? Piense más bien en el tiempo que le llevará pagar la tarjeta, con todo e intereses, y verá que es mejor reflexionar que estar pagando de más.