Max Fisher y Amanda Taub

La forma en que el presidente Donald Trump aborda la migración, que ha reconfigurado la presencia policial en la frontera de Estados Unidos con su política de tolerancia cero, sigue un modelo puesto en práctica por primera vez por la Unión Europea y Australia, aunque quizá no la llevaron a cabo con la grandilocuencia de Trump.

Al igual que las políticas de Trump, definidas por centros de detención llenos de niños y su extraordinaria estrategia de prohibir casi todas las solicitudes de asilo en la frontera sur, este modelo se basa en dos estrategias para evitar que los migrantes y refugiados lleguen a la frontera en primer lugar:

1) Hacer que el viaje sea tan desalentador que no deseen siquiera intentar hacerlo.

2) Hacer que países más pobres detengan o expulsen a quienes emprendan el viaje de cualquier modo.

Ese enfoque, que Europa y Australia han llevado a extremos que superan muchas de las políticas de Trump, tenía el propósito de frenar las cifras récord de llegadas y la reacción negativa de la gente blanca hacia los migrantes que estaba cambiando drásticamente las políticas occidentales. En consecuencia, se han reducido las llegadas y las revueltas populistas se han calmado.

No obstante, las enseñanzas de la experiencia de Europa y Australia podrían no ser tan evidentes.

Las investigaciones han revelado que las estrategias para disuadir o bloquear la llegada de migrantes podrían disminuir su afluencia temporalmente, pero, a largo plazo, podrían obligar a los migrantes a buscar rutas aún más peligrosas. También podrían terminar necesitando que los Gobiernos implementen acciones incluso más extremas para detener cada ronda nueva de llegadas.

“Los costos son cada vez más elevados y no hay pruebas tangibles de que funcione”, comentó Thomas Gammeltoft-Hansen, un académico danés que es coautor de un estudio acreditado acerca de la disuasión en la inmigración.

En esos costos se incluyen concesiones a países a los que se les encomienda mantener a los migrantes a raya: Turquía, Sudán y Libia lo hacen en Europa; una red de países insulares en Australia. Ahora, Trump está forzando a México y a Guatemala a hacer lo mismo.

Ellos van más allá del dinero. Europa está subyugando una participación cada vez mayor de su política exterior y sus agendas comerciales para lograr una conciliación con los dirigentes autoritarios de Turquía y Libia. Las políticas de inmigración de Australia disuaden cada vez más incluso a los trabajadores especializados.

Gammeltoft-Hansen aseguró que había visto el mismo patrón desarrollarse en Europa durante años: el bloque intensifica políticas severas para disuadir a los migrantes. Funciona durante un tiempo. Los refugiados buscan tácticas nuevas y, luego, el ciclo se repite.

“Muy pocos países pueden decir que las estrategias que implementan son efectivas en general”, dijo, y por una razón muy sencilla: “porque no se ha resuelto el problema subyacente”.

La Unión Europea no ha acabado del todo con la crisis migratoria, sino que la ha reubicado. Ha desviado a cientos de miles de personas hacia países más pobres que han demostrado que no tienen la capacidad ni la disposición para llevar a cuestas esa carga de forma indefinida… lo cual genera las condiciones para que haya más crisis.

Europa disfrazó sus políticas bajo los términos de estabilidad regional y derechos humanos, al igual que Australia. Ahora que Trump exhibe una hostilidad franca hacia la inmigración y se vale del resentimiento racial para explicar el mismo enfoque, podría hacer que los costos y las compensaciones de dichas políticas sean más difíciles de ignorar.

DOS EMBARCACIONES DE REFUGIADOS

La estrategia migratoria que es cada vez más común en los Gobiernos occidentales, así como las razones por las que muchos expertos la consideran mucho menos efectiva de lo que aparenta, se refleja en la historia de dos embarcaciones con migrantes que zarparon de la costa de Libia hacia Europa a principios de este año.

La primera embarcación se volcó al inicio de su viaje por el Mediterráneo y fallecieron casi todos los 120 pasajeros, a excepción de tres. De acuerdo con la premisa central de la política migratoria europea, eso debió disuadir a más migrantes de intentar cruzar.

Los legisladores europeos no pretendían hacer que las embarcaciones naufragaran. Su objetivo era hacer el viaje tan peligroso (restringiendo las misiones de búsqueda y rescate, así como los grupos de ayuda e incluso cerrando sus puertos a las embarcaciones de rescate de emergencia) que los migrantes se sintieran desalentados de emprenderlo en primer lugar.

Aun así, apenas una semana después, otra embarcación zarpó desde la costa de Libia con pasajeros que no fueron disuadidos. Este no fue un caso aislado.

Un estudio de 2016 reveló que las barreras físicas contra la migración en Europa y Estados Unidos no evitaban el cruce de personas. En lugar de ello, decía que ocasionaban “un incremento en la cantidad de fallecimientos” al obligar a la población de migrantes a probar “senderos aún más peligrosos.

La segunda embarcación fue interceptada por la guardia costera de Libia, como parte de un acuerdo de la Unión Europea que le otorga a su Gobierno concesiones de gran envergadura. Las 144 personas a bordo, incluyendo niños y mujeres embarazadas, fueron enviadas de vuelta a Libia y encerradas en bodegas tan sórdidas que también (al menos en teoría) habrían hecho que a cualquiera le asustara intentar cruzar el mar.

“Ninguna capacitación puede prepararte para estar dentro de un centro de detención y ver el mar de rostros hacinados en una habitación oscura”, dijo Sam Turner, director de la misión en Libia de Médicos Sin Fronteras. “Es verdaderamente desgarrador”.

UN CICLO QUE SE AUTOREFUERZA

Estos acuerdos, que se traducen en terribles costos para los migrantes, les permiten a los países ricos evadir las leyes nacionales e internacionales que los obligan a otorgar determinados derechos a todos los refugiados que lleguen a sus fronteras, además de permitirles ocultar los costos humanos de sus políticas.

Mientras que los centros de detención de migrantes del Gobierno de Trump han provocado grandes controversias en Estados Unidos, los campos creados bajo las políticas europeas y australianas han enfrentado mucho menos oposición.

Si la experiencia de Trump es similar a la de Europa, podría darse cuenta de que persuadir a México o Guatemala para que detengan refugiados en nombre de Estados Unidos empeorará drásticamente las condiciones en las que se encuentran los refugiados, pero mitigará gran parte de las reacciones negativas de los estadounidenses.

No obstante, Gammeltoft-Hansen afirmó que ha visto ir y venir muchos acuerdos similares. Pocas veces sobrevivieron mucho tiempo. Los países anfitriones perdían el interés a medida que los campos de refugiados se saturaban y la ayuda dejaba de fluir, o perdían la capacidad de cumplir con el acuerdo cuando se encontraban con crisis políticas propias.

Con mayor frecuencia, los flujos migratorios simplemente cambiaban de ruta. Era un ciclo.

La Unión Europea luchaba por conseguir un acuerdo nuevo. Cada uno les costaba a los Gobiernos europeos más que el anterior para lograr vencer el escepticismo de los países pobres que habían visto los riesgos cada vez mayores de convertirse en el campo de refugiados de Europa. En cada ocasión, la cantidad de gente que se acumulaba en países intermediarios crecía.

‘CAVAR EL POZO’

A medida que las políticas para desalentar la migración se hacen más estrictas, cada acción nueva reduce temporalmente la llegada de migrantes sin modificar el cálculo fundamental hecho por todo aquel que esté pensando en dirigirse a otro país.

Turner, el trabajador voluntario de Médicos Sin Fronteras, señaló que sin importar lo arriesgado que sea el viaje, muchos refugiados ya enfrentan graves peligros y adversidades en su país natal que los obligan a escapar en primer lugar. A veces ni siquiera el riesgo de morir es suficiente para superar las fuerzas que orillan a alguien a buscar asilo (hay información que sugiere que existe una posibilidad en 20 de fallecer cruzando el Mediterráneo).

Gammeltoft-Hansen afirmó que una particularidad de la inmigración europea engañó a muchos occidentales haciéndolos creer que desalentar a los migrantes funciona.

Durante años, los países europeos han impuesto severas medidas para asustar a los migrantes potenciales a fin de que no se establezcan en otro país europeo. Estas medidas no redujeron las llegadas en general a Europa, comentó Gammeltoft-Hansen. Simplemente las cambió de lugar.

No obstante, esto ha provocado que los Gobiernos de Occidente socaven los derechos y las prácticas mundiales que rigen la inmigración moderna.

Lo único inusual en las políticas de Trump es que está llevando ese sistema, abierta y deliberadamente, al fracaso. Es imposible asegurar si esto podría desencadenar una reacción negativa en contra de dichas políticas… u otorgar más facultades a los Gobiernos para hacer lo mismo.