José Luis Oliva
Querida lectora, viajar en pareja une tanto las almas que ni la muerte las separa, tres historias como muestra. Anímese a compartir, ya verá que hermoso es invocar turísticas experiencias, se publican de manera anónima. [email protected]
1.Las nubes Chiapas. Los dos éramos chiapanecos, pero desde recién casados vivimos en la Ciudad de México. Un día decidimos dejar todo para regresar a vivir allá. Mi esposo siempre me decía “este verano si vamos a las nubes, estamos ya cerquita”. ¡Vaya que es un hermoso lugar! “Las nubes” son un lugar turístico chiapaneco, bien conservado. Cataratas, montañas y nubes bellísimas. El murió de repente y nunca fuimos juntos. Ahora vine con mi hermana, su familia y mis hijas. Tendidos en el pasto de noche, luciérnagas y estrellas mezclaban su danza brillante, de repente grité fuerte el nombre de mi esposo, el eco fue intenso, una brisa suave rozó mis cabellos.
2.El Violonchelo de Paco. Durante veinte años pasamos primavera y verano en la Ciudad de México y el resto en Madrid. Nuestras pasiones tenían mayor intensidad en la ciudad de donde no éramos oriundos. Yo fotografiaba mucho en Madrid y el tocaba su violonchelo muchísimo en México. Cuando murió, decidí quedarme a fotografiar, aunque siendo la mayor siempre tengo que venir por algo, es curioso, el violonchelo sigue aquí tal como si Paco lo fuera a tocar y me pasa algunas mañanas que lo oigo, pero no me asusto, lloro de alegría.
- El parque de Bogotá. El parque de los novios fue el lugar donde me enamóreme de mi esposo. Ya teníamos dos años de casados, un hijo, pero todo había sido como un amable ritual, había cariño, comprensión, pero no enamoramiento, esa locura por la que vale la pena vivir. Lo acompañe a Colombia, entre otros países, cuando lo nombraron director de Latinoamérica. En Bogotá, en ese parque de repente me dio un beso apasionado mientras llovía. Regresé el mes pasado, para acordarme de él a un año de su muerte. Fue mágico ver a una pareja besarse exactamente en el mismo lugar, empecé a llorar tan fuerte que se me acercó un policía, le dije lloro de alegría señor y se fue con esa sonrisa que solo un colombiano sabe hacer cuando no entiende.