Las fiestas de “San Fermín” en Pamplona conllevan un sin número de festejos populares, amén de las 14 corridas de toros que se dan dentro de un serial denominado “Feria del Toro”, que hacen de esta festividad todo un acontecimiento conocido en todo el mundo. Todo es alegría, fiesta y diversión, desde que suena el ya conocido “chupinazo” hasta que se entona el “pobre de mí”.
Inmersos en este cúmulo de festividad, muchos pamploneses como los miles de turistas que invaden prácticamente esta ciudad navarra, tienen como objetivos principales: el presenciar o correr un encierro, así como asistir a un festejo taurino a la Monumental de Pamplona. Sin embargo: ¿Dónde queda la tauromaquia que se pueda apreciar en el albero?, ¿El riesgo y el esfuerzo por parte de los diestros y subalternos es realmente valorado?; la verdad creo que ninguno de estos dos conceptos sea bien aquilatado por la gran mayoría de asistentes a este coso. Prueba de ello, lo sucedió el pasado martes donde toreros de la capacidad de Fernando Robleño, Javier Castaño y Pepe Moral, plantaron cara a un difícil encierro de José Escolar –encaste Albacerrada- y que muy pocos se dieron cuenta de la capacidad lidiadora de estos diestros, así como de los excelentes pares de banderillas colocados por Joao Ferreira y Fernando Sánchez considerando las complicadas condiciones de los “Escolares”.
Toreros forjados en las llamadas “corridas duras”, y esa trayectoria fue lo que a fin de cuentas los saco delante de manera muy decorosa, ante las peligrosas embestidas de estos toros que salieron con la cabeza suelta pidiéndole las credenciales en todo momento. Sin embargo, la fiesta estaba en el tendido y el peligro en el albero, un peligro serio y constante que a cada momento asechaba, en contraste con la algarabía en los tendidos acompasada con las notas musicales de “El Rey” y “La chica ye-ye”. Grandes contrastes pero así es Pamplona, y esto la hace especial, la hace ser reconocida en todo el mundo y esperemos que por mucho tiempo más.