Elsa Ontiveros
En un foro de emprendimiento me encontré con un par de personas que se quejaban de la falta de prestaciones que ofrecen diferentes empresas que se autodefinen como sociales. En principio cualquier empresa se basa en el liderazgo totalmente centralizado de quien lo inicia, vale la pena recordar que esta persona inicia con capital intelectual, emocional, financiero más el tiempo invertido, lo que refleja para el empleado es que deberá seguir una línea establecida, bajo prestaciones que pudieran ser mínimas.
Por otro lado, nos encontramos a las empresas sociales, cuya misión será atender una problemática social siendo autosostenibles financieramente. Ser una empresa social no implica ser una empresa que ofrezca excelentes beneficios, pero sí implica que tiene un impacto social importante a partir de su existencia y su operación, aunque se esperaría que a la larga garantice mejores beneficios.
Aquí el empleado podría satisfacer su necesidad de “aportar” algo al mundo. La opción del empleado es tomar o no un empleo, una vez dentro debe dar un tiempo pertinente de aprendizaje en la empresa que lograre eficiencia y contribución al proyecto -antes de pedir días extra de vacaciones.
Si aún los empleados no quedaran satisfechos, la sugerencia es el emprendimiento cooperativista muy a la par de expectativas millennials. Acá se pretende idealmente que todos los empleados sean socios de la empresa por lo tanto las finanzas son transparentes, las estrategias colaborativas y las ganancias distribuidas.
Lo anterior es ideal, sin embargo, es poco probable que se salten las fases de prueba y error, y desde lo colaborativo los grandes egos pueden detener los procesos. En conclusión, todas las opciones empresariales son buenas, pero depende de las expectativas del emprendedor y del empleado a lo que nos debamos de enfrentar. Si buscas un compromiso al 100%, totalmente justo y colaborativo, emprende desde el cooperativismo.