No encuentro otra explicación: nos dan pena los peatones.
En Querétaro, la mayoría de la gente camina para llegar a sus destinos. Según la SEDATU, el 78% de los viajes escolares y el 63% de los viajes al trabajo, implican caminar, incluyendo desde/ hacia al transporte público. Sin embargo, se piensa primero en el coche, su velocidad, conveniencia y seguridad. Los pocos recursos de obra pública no sólo se destinan hacia el automóvil, sino que se invierten para quitar a los peatones de su paso.
No comparto la perspectiva, pero sé que es común ver al peatón como un ciudadano fracasado, que no puede acceder a un automóvil, que “no tiene de otra”, que está arriesgando su vida a lo inútil… un “pobre peatón.” Si bien es probable que el peatón y el usuario de transporte público no puedan acceder a un coche propio, lo interesante aquí es el desdén y la lástima con que se le percibe. Sin duda, esta percepción puede cambiar. Basta con pasearse por un parque arbolado, o incluso una plaza comercial (Sí, las plazas comerciales tienen calles internas, muchas de ellas techadas, todas sin automóviles) ¿Quién optaría por estar estresado en el tráfico en lugar de caminar cómodamente?
Sin embargo, parece que la manera que hacemos ciudad no está de acuerdo. No sólo considera que lo mejor es tener un coche, sino que construye todo lo contrario para un ambiente caminable: falta de sombras, iluminación escasa, vegetación descuidada, poca o nula separación del arroyo vehicular, ausencia total de banqueta. Descontando los argumentos de falta de recursos públicos o privados para tan lujosa infraestructura peatonal, el mensaje que los queretanos mandamos con nuestras calles es que no queremos ver al peatón. No lo queremos cruzando la vía; no lo queremos ver esperando el transporte público; no lo queremos cerca de la seguridad de nuestras casas; no los queremos “estorbando”.
En muchas otras ciudades y para muchas personas, el caminar cotidianamente es un privilegio y una alegría. Todo indica que en Querétaro pensamos lo contrario. Pobre peatones, en verdad. Esta ciudad no los quiere.