El camino hacia el arresto de Teresa L. Todd comenzó cuando tres migrantes centroamericanos le hicieron señas frenéticamente a su auto en una carretera de Texas una noche del mes de febrero.
Otro auto había pasado antes a toda velocidad, por miedo a detenerse, pero para Todd, la compasión superaba cualquier miedo. “Soy madre”, explicó Todd, quien tiene dos hijos, de 15 y 17 años. “Vi a un joven que parecía de la misma edad y altura de mi hijo menor. Si mi hijo estuviera a un costado del camino, me gustaría que alguien lo ayudara”.
Jesús dijo: “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto”. (Lucas 10:30)
Todd, una madre soltera que trabaja como abogada para una ciudad y condado en el oeste de Texas, encontró a tres hermanos: dos jóvenes de 20 y 22 años y su hermana, Esmeralda, de 18. Hace unos años salieron de su país natal, El Salvador, para escapar de la violencia y hace poco dejaron también Guatemala, donde sus amigos fueron asesinados y el líder de una pandilla quería que Esmeralda fuera su “novia”.
Esmeralda padecía inanición, deshidratación y rabdomiólisis, una enfermedad que puede ser mortal y provocar insuficiencia renal. Al ver que Esmeralda estaba muy enferma, Todd invitó a los migrantes a que entraran a su auto para calentarse y comenzó a enviar frenéticamente mensajes a sus amigos (incluyendo uno que es abogado de la Patrulla Fronteriza) solicitando asesoría para que Esmeralda pudiera recibir atención médica.
“Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo”.
Un ayudante del alguacil se estacionó detrás del auto de Todd, con las luces del techo encendidas, y un oficial de la Patrulla Fronteriza llegó al poco tiempo. Los oficiales retuvieron a Todd durante tres horas, confiscaron sus pertenencias y la llevaron a los separos.
Al detenerse a ayudar a extraños, Todd logró salvar una vida… pero también hizo que la arrestaran.
“Fue absolutamente surreal”, recordó Todd. “En especial porque hice lo que mis padres me enseñaron que era lo correcto y lo que aprendí en la iglesia que era lo correcto, es decir, ayudar a las personas. Así que ver que me metieran a una celda por eso fue muy difícil de comprender”.
“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino”.