La reciente guerra comercial entre Estados Unidos y China plantea escenarios y alternativas muy interesantes para México.
El viernes pasado, el presidente Donad Trump impuso un alza del 25% a los aranceles aplicados a productos chinos por un valor de 200 mil millones de dólares. Tres días después, el gobierno chino impone aranceles del mismo porcentaje con valor de 60 mil millones de dólares. La escalada se inició en enero del año pasado cuando Trump impuso aranceles a páneles solares y lavadoras chinas.
La intención de Trump es muy evidente, toda vez que su país importó de China en 2018 productos por un total de 539,500 millones de dólares, en tanto que exportó al mismo país 120,300 millones de dólares, un déficit más que considerable.
Además, Estados Unidos acusa a China de manipular su moneda para hacerla competitiva, no dejándola a la libre cotización y apoyándola con reservas de su banco central por un monto cercano al billón de dólares, para evitar su depreciación. También, Washington acusa a China de piratería y exige cambios a su legislación en materia de protección de propiedad intelectual, así como de evitar la cesión forzosa de tecnología para las empresas norteamericanas establecidas en territorio chino, como ha venido ocurriendo. China rechaza estas pretensiones alegando intromisiones en su soberanía.
Las conversaciones continúan aunque no se ha llegado a ningún acuerdo. China alucina a Trump y hará todo lo posible para evitar que se reelija, en tanto que su mejor socio y aliado, Rusia, ha seguido exactamente la estrategia contraria; de hecho, Trump le debe el cargo a los rusos.
En este escenario, por unos días, México ha pasado a convertirse en el mayor socio comercial norteamericano y podría afianzar esa posición, en caso de lograr un marco de negocios interno que favorezca las inversiones, la exportación, las reglas claras, la seguridad jurídica y el abatimiento de la inseguridad pública, algo muy poco probable, al menos en este sexenio.
El panorama internacional se vuelve muy complicado y prevalece la incertidumbre sobre el resultado final de la guerra comercial referida. La lógica indicaría que China tendría que ceder en aras de afianzar los negocios con su mayor socio comercial. Lo mismo respecto a la continuación de las pugnas con Rusia, o con la incertidumbre en la propia reelección de Trump y hasta con el aprovechamiento o desperdicio de las oportunidades para la economía mexicana.