Seth Pérez Melesio
Para ganar turistas las ciudades pelean su individualidad ante los medios, pero tratan de dar servicios estandarizados para el turismo global ¿Cómo conservar la identidad de nuestras ciudades ante dos grandes fenómenos: globalización con imitación de empresas y diseños, y una automatización del trabajo y los procesos?
Es imposible pensar que alguna ciudad o lugar turístico se promocionara alardeando ser igual que otros destinos. De hecho, se visita un lugar por ser diferente, por su singularidad, su originalidad y diferencias respecto a otros. Sin embargo, podemos observar en revistas especializadas que muchos destinos comienzan a incorporar franquicias internacionales y hasta podemos observar cierta similitud en el diseño de hoteles y lugares.
Por un lado, se promociona la singularidad del lugar, pero por otro, se exaltan los lugares que ofrecen servicios o comida al estilo “los mejores”. La arquitectura, el diseño y los servicios de clase mundial son factores altamente replicables y que, para un segmento de turistas, son irrenunciables. Los viajes para muchos radican en gozar el mismo confort y visitar los lugares tradicionales solamente como espectador de fenómenos culturales o como un montaje al estilo: parque de atracciones.
Para esta demanda estandarizada, es fácil el intercambio de mano de obra por robots, al utilizar los procesos de automatización, llamados ‘Robotic Process Automation’ o RPA. Pedir de comer a una maquina es más fácil, algunas ventajas son evidentes como cambiar de idioma, observar los productos y pedir el detalle de ingredientes. Sin embargo, ya no se podrá obtener algunas maravillas de todo viaje, como vivir las tradiciones del lugar, experiencias diferentes y cruzar barreras culturales.
‘Los viajes ilustran’ se convertirá en una frase de museo, pero en la ventaja de ganar mercado actual, se podría estar perdiendo ventajas comparativas en el mediano y largo plazo. Para muchos turistas, lo que encontrarán en tierras lejanas e inhóspitas será una réplica de sus entornos cotidianos que ni el clima podrán disfrutar, porque se mantienen a la misma temperatura artificial. Dígame usted, ¿prefiere experimentar formas diferentes o prefiere verlas en vivo como un documental?