El año 2019 será recordado por muchas cosas, pero en materia de política exterior bien puede ser recordado como el año en que se nos terminó la suerte.
¿Cómo es eso? El periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial fue uno de esos momentos increíblemente moldeables de la historia, y nosotros fuimos mucho muy afortunados de que surgiera un grupo de dirigentes que entendiera que este momento de la supremacía de Occidente y de Estados Unidos quizás no duraría. Por lo tanto, era primordial que confináramos nuestros valores e intereses democráticos en un conjunto de instituciones y alianzas globales que los perpetuaran.
Se trataba de dirigentes como George Marshall, Dean Acheson y Harry Truman en Estados Unidos, y Jean Monnet, padre fundador de la Unión Europea, y Konrad Adenaur, primer canciller de Alemania en la postguerra, al otro lado del Atlántico.
En 1989, vimos otro momento vulnerable con la caída del muro de Berlín y el derrumbe del imperio soviético. Una vez más, tuvimos la suerte de que se juntara un grupo de líderes que de manera pacífica manejaron la caída del comunismo, la reunificación de Alemania y el surgimiento de una China cuasi capitalista. Ellos fueron Mikhail Gorbachev, Ronald Reagan, George Shultz, George H.W. Bush, Brent Scowcroft, Helmut Kohl, Margaret Thatcher, Francois Mitterrand y James Baker.
Ahora nos encontramos en otro momento enormemente frágil, un momento en que el mundo está viviendo al mismo tiempo cuatro cambios en el entorno: existe un cambio climático, lo caliente se vuelve más caliente, lo húmedo más húmedo, las sequías más secas, los incendios forestales más intensos. Ha habido un cambio en el entorno de la globalización: estamos pasando de un mundo interconectado a uno independiente. Ha habido una transformación en el ambiente del trabajo: las máquinas pueden pensar, razonar y manipular cada vez mejor y tan rápido como los seres humanos.
También ha habido un cambio en el entorno de las comunicaciones. Los teléfonos inteligentes conectados a la nube están ofreciendo enormes oportunidades de que las personas buenas se vuelvan reporteros, fotógrafos, cineastas, innovadores y emprendedores —de alcance global— y están empoderando al máximo a los malos para que sean criminales cibernéticos e infractores a nivel mundial.
Estos cuatro cambios en el entorno están creando todo un nuevo conjunto de desafíos de gobierno. No son los desafíos manifiestos del comunismo y del trastorno económico —como ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial— cuando los antídotos evidentes fueron la creación de una Otan, un Plan Marshall y una Unión Europea.